Es muy común que las parejas tomen una canción como propia y asuman que la escribieron para ellos. Yo pasé por esa circunstancia y como en mi época de juventud tuve muchas novias con todas tenía una canción que decíamos era la nuestra. Eso no es delito ni mucho menos, pero cuando se es don Juan, o promiscuo y mujeriego; tarde o temprano uno se cae con una o con todas. No crean que el mundo es tan grande para cometer pendejadas impunemente.
En una de tantas tardes de sábado se reunieron las exalumnas de un centro comercial de la capital. Como demonios iba yo a saber que tres de mis queridas novias habían estudiado en ese centro educativo, aunque en diferentes años. Lo cierto del caso es que sonó una canción y una de las chicas gritó: esa es mi canción (debo aclarar que la reunión era una tarde de chicas y cero enamorados) y se le humedecieron los ojos. Mis otras dos presentes dijeron lo mismo y, confidencias de lado y lado descubrieron que no solo la canción sino el novio era el mismo de las tres.
Nunca volví a escoger una canción para un noviazgo, no sé si es la música la que trae mala suerte o ser tan descarado.
Edgar Tarazona Angel