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Quiero salir y me doy cuenta que no puedo.
Me he encerrado a mí mismo en la casa de mis ilusiones.
He construido (hemos construido…te agradezco, por cierto, los ladrillos aportados) ésta morada y recién ahora, cuando a oscuras pretendo irme, me doy cuenta que estoy a oscuras y que no puedo irme. Y estoy a negras porque no tengo por donde salir. Sí, olvide poner las puertas y ventanas. Estúpido como solo yo se ser olvidé poner las puertas y ventanas. Pero mis manos, mi asfixia y mi odio hacia ti son suficientes para demolerla, para demolerte. Y así por mi ira l
a casa comienza a perder uno a uno sus ladrillos: la sala deja de ser sala, y pasa a ser patio; la cama deja de ver el cielo raso para ver el cielo y rezo a las nubes, a las estrellas, que burlonas se ríen del hombrecito entre paredes.
Toda la casa deja de ser casa y cada cosa en ella se evapora al encontrarse con el aire fresco. Y vapor se hacen también los recuerdos, los sentimientos, las ilusiones. Y ya no te odio. Ya no te odio y pienso que quizás te quiero. Y lejano te encuentro. Allá lejos te encuentro y me saludas. Y te saludo.
Y del cielo comienzan a llover ladrillos que lentamente reconstruyen la casa.

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