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Karen era una de más hermosas y cotizadas modelos norteamericanas de la década de los ochenta.

Su pelo rubio lacio, ojos celestes que parecían insultar el océano y esas piernas que la separaban del piso en 1.74 mts., la diferenciaba de todas las demás.

Era asistida por su hermana, Kity. Era el polo opuesto, si bien era rubia, su estatura no era la adecuada. Siempre culpo a su madre por ese destino. Como no quería estar afuera de la fama del mundo de las modelos, decidió ser asistente de su hermana.

“Siempre se desea lo que no se tiene, es la raíz de la envidia”.

Kity comenzó a sentir eso. Quería todo lo que su hermana conquistaba. Sufría en silencio. ¡Porque todo le era negado!, se preguntaba.

Cuando la tenía que vestir, en los desfiles, maquillarla, prepararle los vestidos, sentía un gran desasosiego. La envidia comenzó a carcomer su alma.

No lo podía demostrar abiertamente. Esos sentimientos perversos solo se sufren en soledad.

¿Porque Karen y yo no ?, constantemente se lo preguntaba. Solo sentía que a ella también podían sucederle esos maravillosos acontecimientos. Ser la modelo más importante de los Estados Unidos. ¿Por qué no? La escaza estatura no podía ser el obstáculo, cuando casi eran gemelas, según ella.

La envidia pronto transmuto en odio, casi hay un paso. Despreciaba todo lo de ella. La angustia afecto su respiración, siempre acelerada al lado de su hermana.

Un día llego a la vida de Karen, un atractivo hombre llamado Derek, muy parecido a John Travolta, al punto de confundirlo muchas veces. Derek era solo un doble en los talleres cinematográficos de la Metro-Goldwyn-Mayer.  

 Se reunieron y por supuesto, surgió el amor. Los dos eran extremadamente bellos.

Kity no podía soportar esto. El vaso llego a su repleto. En las noches, recordaba esos encuentros de Derek con su hermana y el dolor, el resentimiento, el odio, la incomprensión, estallaban en todas sus manifestaciones. Tenía que hacer algo.

Planeo una traición.

Escribe una carta anónima a su hermana, en donde menciona que Derek estaría con una mujer, y le da una dirección. Cuando Karen la recibe, de inmediato parte a ese lugar.

Kity, engañosamente, lo cito en ese lugar. Para preparar la escena, ella aflojó su vestido y su ropa interior. Pensó que cuando vea a Karen, se rasgaría las ropas y lo acusaría de intento de  violación. El plan era perfecto, según ella.

Cuando llega al lugar, Karen ve la escena. Efectivamente, su hermana había interpretado correctamente el papel. Ella se desespera. Increpa a Derek, diciéndole:

-Que estás haciendo, estúpido.

Por supuesto que es una trampa. Derek intenta explicar la situación, sin resultado positivo, obviamente.

Karen toma un trozo de vidrio existente en el lugar y se corta la vena de su muñeca. En poco tiempo, muere.

Kity se le acerca, lentamente. Su alma está dividida. El odio que sentía se mezcla con la culpa. Se arrodilla al lado del cadáver. La profusión de sus lágrimas, le impiden ver bien. Era envidiosa pero no asesina.

Todo había llegado muy lejos. Se retiro rápidamente de ese escenario.

Luego de una semana, la culpa la atormentaba.

Efectivamente, cuando la culpa da lugar a la razón, la nada se presenta.  

Si el odio desaparece, firme alimento de los envidiosos, su existencia carece de todo fundamento, de toda finalidad. La canalización de su frustración no tiene ningún apoyo.

“La envidia y el odio necesitan un objeto, una víctima, cuando ella desaparece, nada tiene sentido”.

 

La envidiosa decidió poner fin a todo. Hoy hace dos años de su muerte.   

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