No siempre se logra la armonía en el hogar, pero en el rancho de Perico y Coca, todo era diferente. Todo parecía que estaba manejado por una mano especial, sin discordias, sin prejuicios y con el equilibrio justo, para que marchara de maravillas.-
Fue hace mas de cuarenta años, que Perico y Coca, llegaron a este rancho, y al poco tiempo llega Braulio, un joven buen apuesto, con ganas de trabajar, que traída como amuleto una pata de conejo.
Perico y Coca no tuvieron hijos, y Braulio se quedó soltero. Pero según ellos sus hijos son los animales.-
Hoy vino él, decía Don Braulio, sin indicar quien era, pero su energía, su sombra y su presencia lo notaban todos los integrantes de esta granja.-
Rancho muy pobre, con techo de paja a dos aguas, muy cerca de un pequeño arroyito que viboreaba por la zona.- Dos frondosos árboles de ombú, cubrían de sombra el rancho, y daban sosiego a Perico y Coca, cuando se sentaban a tomar mate.-
Muy cerca del rancho un pozo de balde, les brindaba agua fresca y cristalina, que utilizaban para beber y hacer sus comidas.-
El rancho estaba rodeado de un cerco muy mal cuidado, y una portera con dificultades para abrir, porque un día se quebró uno de sus postes que nunca se cambió.-
Como recortando el paisaje, se encuentra la tapera de Don Braulio, el peón viejo que colabora en las tareas cotidianas de Perico y Coca.
Chiquero precario, con una chancha que anda libremente por la granja, pero por la noche sirve de reposo a la misma, un montón de chalas en el piso del chiquero que Don Braulio preparó.
Acompañan el paisaje, un modesto galpón donde se guardan los utensilios de labranza, y un improvisado gallinero, un poco más lejos del rancho.
La huerta era atendida por el peón viejo Don Braulio, que con experiencia y un poco de suerte cosechaba zanahorias, zapallos, lechugas, tomates, y cuando tenía ganas sembrada algunos surcos de papas. Claro, el clásico limonero y el naranjero, eran ya una vieja postal de muchos años, que en cualquier momento se borraban de la foto.-
Las viejas diez gallinas acompañadas por un gallo, un conejo y la vaca, hacían de esta chacra las delicias, para el que no conocía su verdadero funcionamiento.-
La tradicional carretilla era empujada por el perro, que llevaba en su lomo a un gato, que le hacía de vigía, informándole lo que sucedía a su alrededor.-
El gallo muy coqueto de brillante plumaje y su cresta roja, es quien maneja con su canto, el retorno de la chancha a su chiquero.
Don Braulio por la mañana ordeña la vaca, junta los huevos de los nidos, y da órdenes al perro, para que se encargue de vigilar y controlar las tareas del resto de los animales. Los patos son los encargados de limpiar el gallinero, los conejos cortan pasto y lo llevan a la chancha, para que alimente sus lechones, el gato vigila las actividades del perro, y le pasa la información a Don Braulio.
Todo funciona en armonía. Cuando en la tardecita llega la lechuza a dormir en un hueco del ombú, se prende solo el farol del rancho, y eso indica que todo debe estar en orden. El grillo canta en el techo, y en un rincón del rancho, un simpático ratón duerme junto al perro, quien espera a su amigo el gato que vendrá a rascarle el lomo.
Mientras Perico y Don Braulio recuerdan y analizan lo sucedido durante el día, Coca prepara la comida.-
Según cuentan los vecinos que en ese rancho vivió una vieja bruja, muy conocida en la zona, y que su espíritu aún ronda por el lugar. Aunque el hechizo de aquella vieja bruja los acompañe, que ejemplo de armonía y buena convivencia la de esta granja, que seguramente debemos imitar.