Gafas que me hacen ver al mundo como es y van con mi presencia, un cuerpo casi bien cuidado, muy bien vestido con un aroma matutino que me representa en mi ausencia.
Bailo muy bien, corte de pelo que me hace sentir nuevo.
Una dentadura perla y mis abrazos remiten seguridad.
Mis besos dicen más que mil cartas de amor y mis dedos dan un toque inolvidable a sentir.
Habilidad para lo bueno que ofrece la vida, un muy buen mentiroso y monto muy bien la bicicleta.
Estoy mirando mi retrato y inconscientemente me doy cuenta que todo se me voló.
Gafas que pesan y dejan marca en mi nariz cuando no las tengo puestas, mi cuerpo decae cada vez que lo reflejo al espejo frente a mí.
Un olor a aserrín que dejo cada vez que marcho y con ningún ritmo alguno.
No me gusta nada, mi cabello cenizo que se transporto de mi cabeza a mis orejas que por una inexplicable razón se agrandaron buscando sonidos raptados por el viento.
Me faltan tres dientes y se me hace difícil levantarme de la cama al despertar, no he dado un beso en treinta y dos años y creo que mi labios no sabrán nada para otros prójimos.
Mis dedos son como lijas que bruscamente se dan a sentir, la vida ya no me ofrece nada y ayer emprendí camino en la bicicleta que me regalo mi padre y al caer me fracture una mano y me forzó a parar de escribir.
No tengo a quien mentirle pues vivo solo y en este pueblo para socializar hay que caminar mas que lejos.
Diariamente me pregunto si al amarrar mi retrato de pronto mas tiempo le hubiera tomado en irse de mi, también me pregunto del porque del yo no se que afecto mi ser.
Lo único que se es que ya estoy viejo y a mi retrato de mis años mozos le crecieron alas y se me voló. Ahora solo me pasa por la mente sentarme a escribir y después quien sabe, de pronto volver a vivir.