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Estoy en mi cama, con la persiana cerrada, y metida entre las cobijas. Llevo varios días conciliando el sueño muy cerca del amanecer. Hoy es una noche más de esas, el sueño llega tardío, y no puedo dejar de pensar en él, en su acento italiano.  A veces por momentos él puede ser cualquiera, estoy sintiendo la soledad a manos llenas, ya no importa la cara que tenga, pero quiero sentir unos brazos, sentir que aún estoy viva. Abro el correo, no hay ningún mensaje, el celular no ha sonado en días, solo llegan publicidades de recarga sin importancia, entro al Facebook, y no hay novedades que tengan que ver conmigo.

Sigo intentando concentrarme en hacer algo, pero nada, sólo está la idea recurrente de mi soledad, y las ganas de calmarla con cualquier hombre que se haga dueño de mis pensamientos y expectativas, así no sea más que un pasatiempo, así no sea más que un vano momento, pero alguien que me devuelva la emoción. ¿Y si lo buscó nuevamente? No, eso ya se murió, realmente de eso ya no tengo ganas. Es más fácil salir a buscar algo diferente, la noche está repleta de cazadores en busca de su presa, también quiero salir cazar, o ser la presa, me da igual, mañana tendría en que pensar, y ¿si me sale interesante?

Lápiz en los ojos, un poco de polvo para que no se noten las arrugas y los poros dilatados, color en los ojos, lápiz labial rojizo y ya está. Marcela vendrá por mí. 

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