Lorenzo y Cesar asistían a la escuela juntos desde el primer grado y llevaban una amistad más o menos regular, con altibajos y a veces algunos pleitos por tonteras, como todo niño.
Una de las características que los escolares tenían en común, era la de hacer apuestas todo el tiempo y por cualquier cosa. En ellas trataban siempre de romper algún record o imponer alguna nueva marca, todo por simple diversión.
Pero el colmo fue cuando a Lorenzo se le ocurrió la brillante idea de pasar el mayor tiempo posible sin bañarse. La apuesta consistía en no bañarse y engañar a sus respectivos padres, haciéndoles creer que si lo hacían.
Ellos se metían al baño y habrían la ducha e incluso se mojaban el cabello para disimular, pero de jabón y esponja nada.
La primera semana paso inadvertida, pero en la segunda la situación comenzó a ser casi imposible de disimular.
Una mañana, la maestra se acerco a Cesar y observo sus unas sumamente sucias y negras a lo que no pudo evitar preguntar.
-Cesar, como puedes venir a clase tan desaseado con esas unas tan negras?
Y El contesto:
-Oh! perdone maestra, es que me ando rascando mucho-
Ese día, la vergüenza le hizo perder la apuesta.