Voy a contarle a mis lágrimas la razón de tu existencia reflejada en su nacimiento: Nos conocimos hace tan poco que no recuerdo cuanto tiempo pasó y cuanto fuiste consumiendo de mí. No se cuanto fue lo que vivimos, cuanto fue lo que sentimos o cuanto fue lo que conseguimos, sólo sé que lo hicimos. Te hice sentir con una caricia instantánea y me hiciste sentir con una estocada eterna. No se que fue lo que pasó y por qué paso, pero sé que pasó. Sé que fui feliz por un minuto de segundos. Y aunque esa sonrisa no ha regresado aun, siempre recuerdo el sonido de aquella carcajada, que era la dicha para mí y la burla para ti.
Me muero por correr a tus brazos y decirte que me satisfago escribiendo tu nombre con una navaja en mi alma. Decirte que me desangro a tu lado pero sonrío al ver como mi sangre forma tu imagen. Y en ese charco también se refleja mi pasado el cual te llevaste aquella vez. Te di el segundo objeto único después de mi vida y no sé que significó para ti. Me llamo tonta a veces por recordar el pasado de una emoción que espero recuperar en el futuro. Te entregue mis emociones que llevo ahora cifradas en una bestia de tres cuernos, la que como Teseo tú asesinaste de un tajo. No puedo olvidarme de ti porque lo quiero pero no lo siento. Miro a muchos lados esperando no ver tu imagen y al bajar la cabeza, están tus manos tocando mi cabello de nuevo. No puedo quedarme dormida sobre mi mesa sin despertarme con un susurro tuyo en mi cuello. Te detesto por ser un casanova y te desprecio por ser efímero. Me doy cuenta de lo mundano que eres y sé cuánto valor tiene ese mendrugo que llamas corazón. Soy conciente de que por más que hayas tomado mi vida, la tuya vale menos que la unidad a mi lado. No eres un príncipe y lo sé. Como carroñero vas en pos de comida para luego dejar los huesos pudriéndose a la luz del sol. Y te ríes como hiena tras satisfacerte porque luego regurgitarás todo lo que robaste. Cómo te conozco sin necesidad de haber traslapádome por segunda con tu angustia. Soy conciente de tantas cosas y sé cuanto pesa la escoria de tu ser. Me pones recelosa y amargada pero no puedo sacarte de mí. La mancha que me dejaste es mi estigma que todas las noches se acerca y te trae a mi mente. Abrazo la almohada sólo para luego morderla gritando tu partida. Cuándo me has de dejar me pregunto. Hay dos caminos y sé que el primero nos gratificará a los dos: Tenerte a mi lado sólo me consumirá como una vela mientras tú verás el color de mi llama la que poco a poco se irá debilitando y luego de un golpe tú aniquilarás. Aunque la distancia sea un tormento y las caricias sean un alimento meta carnal no me dejaré elevar hasta la nube donde me quisiste dejar. No lo haré sin antes arrojar un ancla que se aferrará a mi razón. No la he perdido del todo aún y esa será la pared que te impedirá estrellarme al suelo.
Sólo espero seguir teniendo cimientos fuertes para no derrumbarla después.
(Del Poemario: Empatía)