Fue cuestión de azar el conocerte, como en el 99% de las veces que he conocido a alguien y tal vez por esa misma razón nunca te pensé relevante.
Sin embargo (he ahí el momento que se torció el destino), como sucede siempre, un pedazo de singular expresión en torno a tu mirada captó mi atención. Una expresión que no te la he vuelto a ver haciendo, nunca mas, solo aquella vez y que después de aquel fugaz destello en tu mirada me quedé mirándote y me propuse conocerte.
Fue cuestión tan mía enamorarme, nunca fue una opción que se haya presentado a tu ojos. Y sin embargo tampoco lo vi venir. De tanto comenzar a conocerte y de tanto internarme en tus ideas, me fue ganando ese extraño sentimiento de admiración que solo hizo agrandar lo que nació en mi por ti.
No le tomo el tiempo inútilmente a todo lo que he ido conociendo y a todo lo que he ido amando de ti. De lo diferente que puedes llegar a ser, de lo comúnmente normal que pareces ser. De lo irritante que eres en tu cotidianidad más cotidiana, es decir, cuando no te aguantas ni tu misma.
Para discernir esta realidad he tenido que mirarme de lejos, he tenido que apartarme de mi mismo, dejarme ser y dejarme pensar. Hace mucho que aprendí a ser objetivo conmigo mismo, mala cosa, no me gustó mi realidad, pero ahora solo se que todo mi presente gira en torno a ti, a nuestras próximas charlas, a nuestras próximas risas.
Al enfrentarme con el mundo dejé de ser pastor de sueños, dejé de ser guía de momentos, dejé de ser la sonrisa que apaciguaba una tristeza. Tuve que leer mi realidad en ti.
Y en mi voluntad quien era la dueña, no lo sabía, no quería pensarlo, nada me había preparado para esto de volver a estar enamorado. Hasta que la verdad me tumbó las ilusiones y me ví intrínsecamente pegado a ti.
Porque sin quererlo estabas tú, allí en el centro de mi vida, allí en la presencia impalpable de la realidad que te buscaba. Yo había dejado de ser para mi, tu eres mi centro ahora.
Todo te lo di y nunca lo aceptaste, lo miraste como una curiosidad extraña, como un capricho dulce, como una excentricidad que provoca una sonrisa y luego un rechazo.
La paz de mi alma se quebró a cada palabra dicha, a cada acción tomada, a cada mirada devuelta. Qué podía pensar si tus manos tocaban las mías y tu mirada me sonreía. Alguna vez fueron tus labios los que pronunciaron mi nombre con ternura.
El suave don de mi pasión quedó allí dispuesto para ti. Dibujando rosas en tu perfume, provocando suspiros después de las sonrisas, retando a momentos grabados a fuego. Susurrando intenciones que dejaste crecer como una promesa a poco de ser cumplida.
Todo te lo di, desde el momento que mi corazón se supo tuyo, desde que vi mi realidad impregnada da ti, de tu voz, de tus ojos, de tus labios, de tus caderas y de tus senos.
Todo lo que fui fue para verte feliz, para ser motivo de tus sonrisas, para ser tu calma, para sosegar tus días, para cuidar tus noches, para encauzar tu vida
Todo lo de mi estaba predispuesto a tus necesidades, a tus carencias, a tus ilusiones. Creí ilusamente que tus respuestas eran sinceras, que se correspondían a mis sentimientos. Me lo decía tu mirada, me lo decían tus labios, me lo decía tu tibia intimidad.
Mientras que de ti llegaba un torrente de preguntas del porqué los sentimientos son tan irracionales, yo trataba de responderte para que sea yo tu respuesta definitiva. Aquella noche lo fui, fui tu pregunta y ttu respuesta, fui tu vida y tú conciencia, fui tu volcán y la marea que arrasó tu silueta. Fui el espasmo que rompió tus quejidos y dijo mi nombre.
Fue cuestión de piel sin más todo lo tuyo. Yo me entregué a tu fuego y para ti fui solo un relámpago que cruzó tu cielo, que iluminó tu noche, que retumbó tus oídos pero que sabías que el fogonazo duraría nada.
Tan solo hiel, irrealidad, desamor, indiferencia, sueño. Tan solo eso quedó después de mi apertura al paraíso. Mi corazón temblaba de ansiedad, mis brazos buscaron protegerte, mi boca quería saborear tu piel. Mi alma seguía escrutando la tuya desde el interior.
Fuego y ansiedad me recibieron, como un último espasmo, como una última rebelión de tus sentidos. Te decías que habías cometido un error, pero querías disfrutar ese error una última vez.
Nada que guardar ha quedado de aquella vez. Excepto que de ahí en adelante fue descender del cielo de mis ilusiones al infierno de una realidad que me convertía en un pelele de tus inseguridades.
Tu incinseridad acabó conmigo, creí, quería creer, me mentalizaba en creer, que lograría hacer que me eligieras para tu vida, que por fin entre tus sentimientos lograría hacer un hueco el recuerdo de aquella noche y te darías cuenta que fuiste feliz conmigo, que fuimos felices juntos y no solo aquella vez, sino cada vez que la sonrisa afloraban a tu rostro...
Fue cuestión de azar el conocerte y se convirtió en pesadilla mi sueño mejor.
Te dejo esta carta en el buzón de tu correo, con la esperanza de que no la leas(ya nadie lee sus emails), porque sé que no te importa, pero debía de desahogarme.
Decirte que te amo a pesar de todo y decirte que ya he comenzado a dejar ir a este sentimiento. Quien sabe si al final lo logré... También eso es una cuestión de azar.