La Balanza
Llevaba quince días muerto mi vecino, tumbado en el piso de su sala con un disparo en la sien. Le pregunté a mi esposa que era ese desagradable olor. Debió de ser el transporte de basura, me contestó ella, siempre que pasa deja un aroma horrible. No, no esté aroma es diferente, es como de carne podrida. Fue el transporte de basura, me volvió a decir. Hasta que esta mañana la casa estaba rodeada de policías y sobre una camilla llevaban el cadáver cubierto por una manta blanca. Hace tres días secuestraron al hijo de una amiga de mi esposa. Lo encontraron veinticuatro horas después, con el estómago abierto en una bolsa negra entre la basura, a unas cuantas cuadras de su domicilio. Hace una semana, asesinaron a Diego, un amigo de la infancia que se dedicaba a la venta de drogas en el centro de la ciudad. Me había dicho que estaba por irse del país para olvidarse de ese empleo y comenzar de nuevo. Salía de un minisúper, cuando dos tipos en una motocicleta le atravesaron cinco balas en el cuerpo. Murió un día antes de irse a España. Ese mismo día murió mi primo. Acababa de salir de su trabajo, cuando un tipo intentó despojarle sus pertenecías, él se resistió, por lo que el muy hijo de puta le atravesó un picahielo por la espalda. Ahora cada día salgo con el temor de que en un abrir y cerrar de ojos, de la noche a la mañana, y en el momento menos pensado, puedo despedirme de este mundo. Al fin y acabo, cualquier cosa tiene más valor que la vida de una persona.