Enredado en tu cabello me pienso como despeñándome en un precipicio que va de una montaña alta hasta el fondo del mar. Soy pleno y sinuoso como las carreteras que conducen a las orillas del mundo. Imagino, después de tanto tiempo, que estás abanicándome a la orilla del mar con tus pestañas, te supongo ahí, recortada tu silueta contra el sol.
Detenido en medio de todo para hacer un recuento de mi vida, la madrugada me aguijonea la espalda con frío, mis músculos se tensan y esperan que de un momento a otro aparezcas por aquí: en mí, en este preludio de pensarme y de pensarte. Mis huellas en la arena aparecen paralelas a las tuyas. El mar las desaparece dando la grandiosa oportunidad de mañana pintarlas de nuevo. La vida es así... no dejes de sonreír. Me detengo en medio del mundo. Estoy suspendido entre tus palabras y el cielo.
Dibujo mi cuerpo entre la brisa. El sonido del viento entre las palmeras suena como tu voz cruzando todos los átomos de mi ser, atraviesan como una sutil lluvia de tu saliva cada músculo y hueso ¿Hasta dónde se acaba el mundo?... hasta donde dejes de mirarme. Importa el tiempo y si son diez años, un mes, una hora o un minuto, agradezco tu presencia cargada de augurios buenos y pasiones que renacen cada noche de nosotros dos.
Pienso. Duele la nuca, el pie, respirar. Hago acrobacias de tiempo esperando por ti, juego con el día y lo doblo en cuatro, en ocho y en dieciséis. Saco unos dobleces al contrario y otros al derecho hasta hacer una mariposa que deposito en tus manos, la aprietas, al fin las abres y se echa a volar al cielo, se tiñe de azul y revienta en luces de colores. Juegos pirotécnicos que iluminan la noche y caen en tu pecho para quedarse ahí.
Revientas en las noches de larga espera. Sigue esperándome llegaré mientras siga vivo. Vivo como ahora, justamente.
Siento la vida quemándome las venas. Suspiro cada mañana fuerte. Cuando despierto y ya no estás como el día de hoy, me revuelvo lentamente, sacudo la nostalgia de encima y volteo al lado izquierdo de la cama. Sé que estuviste. Huelo tu esencia que poco a poco se diluye en las arrugas de la sábana que conservan resquicios de tu exaltación, me recuesto en tu lugar y no dejo que el calor se escape, lo guardo en mi piel y ahora tengo tu calor y el mío. Sé que te veré después, mientras tanto respiro fuerte tu figura traslucida entre las telas de mi cama.
Le hablo bajito a mis dioses personales,
a veces aún dialogo con mi padre muerto.
Suerte de estar vivo, suerte de tenerte.
Advertencias de la vida para no ser tan como soy,
así de esta forma alocada,
extraña,
nueva cada día.
Soy exactamente lo que no pensé ser,
la vida es vida,
lo demuestra a cada paso,
cuando pienso que soy, me dice: no, ese no eres tú.
Sé que estarás ahí esperándome en esa rebanada de noche, con todos los inconvenientes, pero ahí, lugar construido de tantas palabras y caricias, de tanto amor. Tardaré poco en llegar. Tomo forma de oscuridad y cubro el mundo hasta descubrir el brillo de tus ojos claros y sinceros. Hablo a tu oído y te convenzo de dormir, alegre de formar parte de tu vida pese a esta pequeña forma de ser, siento por anticipado el festín de tu pecho en flor para este soñador que corre sin saber caminar.
Empezaré de nuevo: levanto una pierna y la alejo hacia delante, la apoyo bien contra el suelo, después muevo la otra pierna y repito el procedimiento hasta lograr mantenerme de pie sin caer. Conseguido el procedimiento sin error, gritaré fuerte por tu nombre y te diré -¿Qué tal? ¡Estoy caminando!, espera... ¿y si corremos juntos?, creo que ya puedo, eso creo...-.