“…La vida se torna tan vasta cuando la ciudad proclama un cambio en el cual no pocos perezcan…”
Unos mensajes habían sido pintados en el pasillo…
- Nunca he visto que alguien se atreva a rayar los muros y vidrios del metro.
- Hay bastante vigilancia.
Los escritos se extendían desde los andenes hasta a la mitad de las escaleras; por los trazos y el color uno podía concluir que los elaboro la misma persona, ¿en qué pensó al dejar a las letras disgregarse como si fueran hetairas dispuestas a marcharse con el primer espectador? Aún si sus ideas fueran grandiosas, los trabajadores ya traían pintura para borrarlos.
“…es cierto que a mi lengua le falta mesura, el pensamiento me pide narrar aquello desconocido a la vista y a la presencia…”
- El que lo pintó debió ser muy rápido.
- Perdió el tiempo.
La pesada brocha se poso sobre el muro y empezó a efectuar movimientos irregulares, intentos por cubrir las pequeñas grietas presentadas. El jefe de la estación detuvo al trabajador para decirle que tapará el piso o tendría que desmancharlo cuando terminará; con mal gesto asintió, coloco hules y prosiguió su labor de borrar la débil protesta.
“… el edificio llora tanto como el muro que ahora ultrajo, necesario medio que algún día retribuiré…”
- Parece que se disculpa.
- Se le acabaron las ideas.
- Ha de ser por otro motivo.
L a atmósfera se veía perturbada por el olor de pintura rancia…
- ¿Qué dice ahí?
“…anoche el sueño consumase, llevase prestas cartas bien cuidadas que la dulce alma a mis brazos otorgase…”
- Vuelve a desvariar.
El trabajador venía inspirado, en unos pocos segundos solo dejo un último fragmento debido a su escasez de pintura.
“…su rostro, ¿no tenía?, nunca tuvo, nunca quiso tenerlo…”
Para mí no perdurarían sus palabras enunciadas, lo importante sería el escaso tiempo que duró la débil protesta…