"A veces necesito de mucho valor salir a escena, con mi cara pintada de colores, una peluca al viento y un pimpón rojo ceñido a mi nariz, para satisfacer el gusto a toda una audiencia, que juzga y aplaude mi actuación en el GRAN escenario amorfo, del circo de la vida"
Disfrazado de payaso me gano la vida. Salir a escena para hacer reír a la concurrencia, es mi trabajo. Los divierto con mi actuación y mis chascarrillos. Pero me pregunto ¿realmente me divierte, que ellos se diviertan cuando hoy estoy sufriendo? Solo entiendo que no soy yo en estos momentos; que otra persona está en mí y tomó posesión de mi atuendo para hacerlos reír. Por sus carcajadas, en sus rostros alcanzo a percibir, que no han advertido mi dolor profundo, que en este instante mi corazón, se encuentra llorando.
El telón sigue izado. Mi actuación aún no termina, mi alma sufre y llora, no está en mí, poder contener tanto sufrimiento indiferente. Alrededor, sigue el público mirándome, son como hienas al acecho esperando más y más de mí. ¡Me aplauden y me aplauden con locura! a medida que aflora la gracia de mi repertorio, sus risas estridentes retumban en eco en el recinto. Ahora, no me agrada oírlas. Taladran mi cerebro como puñales invencibles. ¡Ho! Dios mío, que larga se ha hecho esta función... Estoy odiando al público. ¡No los quiero!... ¡No los soporto! Solo quiero desaparecer.
El llanto brota en mis ojos incontenible y desnudo, cual perlas matutinas de rocío se confunde, con la tintura de mi máscara de colores, que como un frío yelmo cubre la amargura de mi rostro. ¿Cuál es la razón? de tanta confusión y desacierto. Es mi madre, que murió dejándome solo. Y hoy, hace unas horas la enterré en el cementerio municipal. Ella, murió antes de ayer en la noche. Su deceso, es el gran dolor que me deprime y por eso estoy llorando, mientras los asistentes al espectáculo ríen y se divierten. Apenas si respiro, bajo el tenue revestimiento del colorido maquillaje, que disolviéndose está en mi cara, por efectos del intenso calor producido, por la luz encandiladora de los reflectores del recinto teatral.
La vida es un circo y nosotros los payasos metidos en un disfraz, y detrás de él, a veces se ocultan sorpresas: una, puede ser un rostro frenético y triste, tal vez maltratado crudamente por los sinsabores de la cotidianidad; otra, el rostro feliz y alegre del ser que vive siempre bienaventurado frente a la mirada divina, como dádiva pletórica de bienestar absoluto. Pero, el semblante que origina el dolor de sentirse huérfano de madre, se acentúa más en las almas débiles, cuando el sentimiento no se puede compartir, ni ocultar. Tarda mucho tiempo recuperarse. Me sentí extraño, cuando vi en mi entorno a un mundo de personas existencialistas, donde mi dolor aplacaron con un simple formulismo, como respuesta a un profundo sentimiento ¡paz en su tumba! Y al final, ¡la vida sigue igual!
Notas de autor
Muchas veces, el egoísmo hace que ignoremos los sentimientos de los demás, sin pensar que algún día en ellos también, vamos estar.