Yo crecí en dos ambientes muy diferentes, parte en un pequeño pueblo y otra parte en una pequeña ciudad de provincia; en mis anécdotas siempre nombro uno de estos lugares, en la ciudad tuve una pubertad y adolescencia plena; con muchas anécdotas como esta de mi amigo raro. Todos los domingos íbamos en grupo de amigos a cine; uno de los dos teatros presentaba dos películas clásicas de esas en blanco y negro; en ese aprendí a ver buen cine. La otra sala también dos películas, pero del cine latinoamericano y español.
Entre los clásicos vimos varias películas de terror, no podían faltar Drácula, Frankenstein, la Momia y otras que después les cuento en otro artículo. Pues les recuerdo que Frankenstein es el nombre del científico que arma un ser con pedazos de cadáveres y le da vida. Para nosotros no faltaba la oportunidad de acomodar un apodo a quien tuviera el mínimo parecido con algún monstruo y así en el barrio y sus alrededores habíamos ubicado sobrenombre a tantos que, algunos hasta ya habían olvidado su propio nombre y sólo respondían al alias.
Uno de nuestros conocidos sufrió un terrible accidente de carretera y duró varios meses internado en una clínica donde le reconstruyeron todo lo que se le había partido y dañado: cara, piernas y brazos, costillas y otras cosas más. Salió tan lleno de cicatrices y moretones que, de inmediato lo asociamos con el monstruo y quedó bautizado Frankenstein; a el le pareció gracioso, también había visto la película y, años mas tarde cuando triunfó como cantante en USA, siguió usando su apodo.
Edgar Tarazona Angel