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La guerra se come la vida, alimenta llanto, cultiva rencor y venganza, la guerra es ese asaltante de felicidad, atormenta el alma y quita la dignidad.    

DE:         MI MIEDO
PARA:    TI, MI AMOR…

Es más de media noche, el calendario tiene otra fecha pero la vida  es como si no quisiera conceder otro día. Estoy refugiada donde has dicho que debo hacerlo. No estoy menos que aterrorizada, empieza a llover con gran fuerza y súbitamente se ha ido la luz…

Los truenos hacen vibrar los vidrios como en  las películas de terror y no se de donde saco el valor para ponerme de pie, tomar este lápiz y esa hoja en blanco y tener coherencia al garabatear. Todo me produce gran zozobra, tengo ese temor como el día en que nos atacaron, bombas y petardos y tú no estabas. Los hombres están alertas pues los bandoleros amenazan dar un golpe nuevamente hoy. Santo Dios, el icopor de la ventana se levanta y el rasguño del viento que produce en la ventana me impacienta. Tengo miedo de tanta lluvia, de la incertidumbre, del peligro, de la soledad y de oír a quien dispara la metralla.

Allí, sigiloso en precaución sabiendo el enemigo y su ira, justo en mi ventana vigila, tal vez con el mismo miedo que produce la muerte o con la convicción que la vida es así.  El nerviosismo de la guerra me asusta, tanto como el silencio lleno de planes y eventos siniestros de esta noche misteriosa. En este instante me pongo en el lugar de quienes sufren entre tanta violencia, oigo sus gritos que se apagan por el ruido de las arma de fuego. Retomo tantas imágenes inhumanas de hombre acribillados por la barbarie, de jóvenes que empiezan a vivir y soñar, pero que sin duda alguna, morirán entre la mísera de esta guerra que asusta y aterra.

Oigo a las madres aterrorizadas como lo estoy hoy, con sus profundos desvelos y todo el amor aclamando justicia al cielo, porque sus hijos lleguen a ser ancianos como  algún día ellas, si acaso. En este momento de miedo creo ver la carita indefensa de niños que no saben el significado del amor pero a ciencia cierta, sí, la sin razón de la guerra y el horror.

Aquí, desde mi refugio de estratagema, aclamo al cielo que deje de desgarrar su llanto convertido en truenos. La luz regresa y pienso en lo injusto que seria entregar el producto de nuestro amor a esta ingrata humanidad, no quiero que sea concebido con ternura, para tener que alimentarlo de terrorismo y temor.

Gracias al cielo oigo tu voz… tenía tanto miedo; mi consuelo es saberte vivo, un día más, otro instante junto a mi, aunque el destino continué intentando arrebatarnos el derecho de la felicidad.

¡Bendito  Dios!, ya  todo acabo.        

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