La impertérrita noche se cierne sobre la ciudad mientras sus habitantes tratan de sobrevivir un minuto más. ¿Acaso esa sea la finalidad de la vida?: sobrevivir.
Un minuto más de existencia lo hace todo para quien no tiene un minuto más. ¿Qué cosas podríamos cambiar en un instante de tiempo? Vivimos apabullados con estímulos que nos distraen y no nos deja pensar en cuál es nuestro nefasto destino. ¿Que nos espera al final de la vida?. De seguro la vida no. Ella se termina con el camino. La temible palabra aparece: “la muerte”. Eso nos hace ver con perspectiva toda nuestra existencia pero ya es tarde. Los muertos no piensan ni sienten nada.
Steven está en el Bellevue Hospital Center de la ciudad de New York entubado hasta la coronilla. Su cuerpo inmóvil yace sobre la cama, rodeado de frías máquinas que controlan el ritmo cardíaco y lo ayudan a respirar. Sin esa inconmovible tecnología, moriría. Le han prolongado artificialmente su vida. Una enfermera entra en la sala y controla que esas máquinas funcionen bien, sin darse cuenta que son sólo un instrumento y no una finalidad. Tal vez una palabra de aliento, una caricia, un gesto de piedad, le ayudaría mucho más; pero eso es impensable, hasta inhumano. Vale más toda esa parafernalia tecnológica que un simple ser humano que muere en esa cama.
Steven tiene ochenta años y es lógico, por su edad, el destino que le espera: ¿Cuanto más quiere vivir?. Una pregunta y respuesta natural dada en esta sociedad moderna.
***
Ayer me trajeron a este lugar. Estoy inmóvil pero mi mente funciona perfectamente. Siento el dolor y tengo pensamientos. Hace unos minutos la enfermera entró en mi habitación y observó el cardiograma y se fue satisfecha por haber cumplido con su trabajo, como si eso fuera lo más importante para mí en este momento.
Tuve una estúpida discusión con mi hija ayer y por eso me dio un infarto. Ella y mi yerno quieren todo el dinero que he ganado con tanto esfuerzo. Construí un imperio financiero con mis propias manos y desean arrebatármelo. Por lo menos, así lo entendí yo en ese momento.
Ahora que estoy en este estado veo que no era importante. Es solo dinero. Además, no me sirve de nada ahora: ¿Acaso me compraría un minuto más?.
Veo entrar a mi hija, Elizabeth junto con su esposo, Carl, que se queda más atrás. Ella se acerca a mi cama y observo sus ojos, están cubiertos de lágrimas. ¿Le duele mi muerte?. ¿ Será verdad eso ?.
Me toma de la mano fuertemente y apoya su rostro en mi pecho. Llora desconsoladamente. No tiene porque fingir. ¡Es real! Ella me ama y yo no supe ver eso. ¡ Que ciego estaba !.
En un mundo materialista consideré que todos eran como yo, pero no es así. Mi hija es superior a eso. ¿Como no lo pude ver?.
Estoy paralizado y no le puedo decir lo que siento. Mi rostro permanece tétrico, no esboza emociones, pero interiormente exploto. ¡Quiero decirle que la quiero y que estaba equivocado! ¿Cómo desearía un minuto más de vida para enmendarme? Sé que no lo tengo.
Solo me espera la muerte y tal vez un sueño que nunca soñé. Solo lamento no haber sido mejor persona, en no haber visto la humanidad en el prójimo. Oh Dios…al final del camino veo con claridad todo lo que no puedo cambiar.
La oscuridad me rodea, se me hace imposible abrir los ojos. El silencio se apodera de mis oídos: este debe ser mi fin.