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Son más o menos las 6:30 P. M. cuando unos raros estampidos alteran la pasividad de esta tarde-noche en mi tranquilo vecindario al tiempo que se ven algunos sonoros destellos de luces provenientes de la calle, se escuchan unos gritos y sucede la suspensión del servicio de energía doméstico y público. Todo esto sucede simultáneamente y en tan solo unos pocos segundos a lo cual sigue el murmullo de la gente en la calle.  Obviamente, yo también salgo para enterarme de qué se trata el acontecimiento.

Apenas está empezando a oscurecer; mi hermana y yo salimos a la calle a ver qué es lo pasa; está la vecina del frente contando con lujo de detalles su versión de primera mano, puesto que ella está sentada en un asiento en el andén de su casa y esto la obliga a sentirse la protagonista principal del espectáculo.  Con voz notoriamente alterada por la emoción del pánico que acaba de sufrir y manoteando de manera incontrolada, la señora narra su experiencia así: “yo estaba ahí sentada charlando con Rosita, cuando de repente eso estalló, empezó a echar chispas y se reventó esa cuerda… a mí me dio tanto susto que en vez de entrarme pa´ dentro, salí fue corriendo y no sabía pa´ dónde pegar…”.

Efectivamente solo se trata de un transformador de la energía que se ha quemado, hasta ahí todo dentro de lo normal solo que con una particularidad adicional, que es la que da origen a todo un despliegue de fuerzas y voluntades con la más noble intención y con la mayor buen fe.

En la esquina hay un grupo más o menos numeroso de personas; sí, los mismos de siempre; la misma familia que al ver que una cuerda reventada de un lado del transformador está en el piso y que el otro lado está arriba unida a las otras cuerdas del alumbrado, decide asumir la protección y el amparo de cuanto  transeúnte circula desprevenidamente por el lugar.  Transcurren unos 10 minutos antes de que la máquina del Benemérito Cuerpo de Bomberos se haga presente con el personal capacitado para atender profesionalmente esta emergencia.  Pero antes de que ellos lleguen, casi que es más la molestia que ocasiona el griterío de: “ey, cuidado con el cable”, puesto que está a punto de causar accidentes reales antes que evitarlos, ya que obviamente, las personas se ven obligadas a frenar en seco e inútilmente motos y bicicletas ante la escandalosa alarma.  Aún muchas personas que van y vienen caminando se ven presas repentinamente en un pánico sin fundamento real, que lógicamente a todo el mundo le disgusta.

Toda la comunidad sabe que el liderazgo de esta algarabía no es sino una recocha más; la misma recocha de siempre que pretende disfrazar de solidaridad o caridad el sadismo individual y colectivo que estamos sintiendo porque ninguno de nosotros desea perderse de ver cuál es el primero que muere electrocutado en el cable que tiene una punta en el piso mientras que la otra está pega arriba en el poste.  Pero todos estos sentimientos de susto, pánico, rabia, solidaridad, morbosidad, nobleza, perversidad, etc., que todos los “noveleros” gozamos inconscientemente o padecemos maliciosamente durante más o menos media hora que tardó en llegar el personal técnico de la empresa de energía, quedaron pisoteados por la reconocida pero indecible burla de la “energía mal gastada”.

Efectivamente, como a los 30 minutos llegan los dos técnicos de la empresa de energía a atender la emergencia.  Prenden sus linternas con las que alumbran hacia arriba para identificar el punto donde se ocasionó el suceso.  Inmediatamente se acerca una vecina a relatar con pelos y señales el segundo a segundo del incidente, sin dejar escapar el más insignificante detalle, la humilde señora manifiesta su mejor voluntad y su mayor buena fe, describiendo el paso a paso del acontecimiento mientras que el profesional la escucha más por caridad que con atención… con una gran lástima más que con un mínimo de interés…  finamente, el caballero se aleja de la señora y continua inspeccionando el área del problema.

El hombre que al parecer está al frente del equipo de Bomberos Voluntarios durante este operativo, al darse cuenta que los técnicos de la empresa de energía no dan mayor importancia a la logística que ellos, los Bomberos Voluntarios, han montado en el sector  para este episodio, se acerca a uno de estos hombres para inquirir si su presencia es necesaria en el sitio o si, por el contrario, ya pueden levantar todo este operativo de “prevención de desastres” que tienen articulado para evitar que alguien sea víctima de la electricidad al pisar el cable de la energía que está en el piso y muera incinerado, la respuesta es simple y displicente:  “si”.  El abnegado Bombero insiste: “y ese cable que está en el piso?”.  El técnico ratifica su respuesta alzando este cable, manipulándolo y pisoteándolo al tiempo que dice: “esto no tiene nada que ver, esto no tiene energía…”.

 

Jajaja, jajaja, jajaja…

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