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Mi nombre es William Scott. Hace un tiempo que no sé lo que me sucede. No puedo reconocer la realidad. Todo me parece confuso. Siento perderme en un sendero de sombras.  

Ahora me encuentro entre las ruinas de una iglesia, mientras el sol crepuscular cae sobre ella. Camino hasta el altar. Por detrás, aparece un sacerdote con pelo muy blanco y encorvado.

― ¿Que hace aquí joven? ― Me pregunta, con voz aguardentosa. Luego agrega ― Nadie puede ingresar hasta que el templo esté reconstruido. ¿ Acaso no se ha enterado que la cúpula se desmoronó y es muy peligroso el lugar?.

― No me importa. No temo a la muerte, solo quiero la verdad y aquí debe encontrarse. Soy William Scott. Tu hijo. ― le digo con gran firmeza, mientras me le acerco. ― ¿No me reconoces?. ¿ No recuerdas a mi madre ?. ¿ No recuerdas cuando te revolcabas con ella ?. No puedes refugiarte tras esa sotana y menos aún, de Dios.   

Mi padre comienza a temblar. Veo en sus ojos la desolación y al mismo tiempo, el pecado. Cae de rodillas y se aprisiona el pecho, como alguien que trata de aliviar un dolor profundo. Da unas pequeñas bocanadas y finalmente se desploma en el piso. Tiene un ataque al corazón, del que nunca saldrá.

¿Por qué estoy reviviendo esto? Se perfectamente lo que ocurrió y ahora lo experimento nuevamente. Debe ser un sueño. Sí, debe ser eso. Debo estar plácidamente dormido en mi cama y todo esto, solo un mal sueño… Pero, ¿por qué es tan vívido?.  

Ahora estoy en el parque, con mi novia Elizabeth, sentados en un banco y tomados de la mano.  

― ¿Me amas William? ― susurra con una voz sensual y muy apacible. Yo no la amo, pero necesito el dinero de su familia. Tengo que mentirle; se que no es justo, pero no tengo otro camino. Trato de combatir este impulso y darle una respuesta sincera pero no puedo. Solo le respondo:   

― Por supuesto amor mío. Quiero que te cases conmigo. Eres la mujer que siempre he soñado. 

No soy un hipócrita, solo intento sobrevivir en este mundo de miseria y locura. ¡Ah…Dios!. Debe ser una pesadilla lo que estoy experimentando…aunque es tan real. ¿Por qué no puedo despertar?.   

Nuevamente me encuentro en otro lugar. Hay fuertes estruendos y personas que corren con armas. Sí, estoy en combate. Junto a mí, está Steven, mi compañero de armas. Estamos en una trinchera.

― William, por favor, cúbreme.

― Sí Steven ― Empuño fuertemente mi fusil y me apresto a cubrir su embate.

De pronto observo que el enemigo es superior en fuerzas y decido volver a la trinchera y lo dejo solo. Es impactado por una metralla. ¡No es cobardía lo que hago!...no…solo es…es…evitar desperdiciar una vida por una acción sin sentido. ¿ De qué vale que yo también muera, estando condenado Steven ?. Es una decisión sensata.    

¡Por Dios, esta pesadilla es insoportable!. Estoy reviviendo toda mi vida. ¿Para qué?. ¿Qué sentido tiene?. Son hechos que jamás podré cambiar. Mi mente me está jugando una mala pasada. ¡ Cuándo despertaré!.  

Pero…si soy consciente que lo que estoy viviendo nuevamente no es real, entonces no estoy soñando. Además, los sueños son caóticos y lo que me está pasando es coherente, tiene lógica y sobre todo, un orden cronológico.

Tal vez estoy viviendo, existiendo, y lo que me parece que he vivido es solo un presagio. Tal vez estoy vislumbrando el futuro y por eso todo me parece ya vivido. Mi mente se ha adelantado a mi existencia, a lo que debo vivir. Esto no es un sueño, sino la existencia real. Estoy viendo el futuro mientras vivo el presente. Por eso todo me parece familiar y viejo. Ah…que aliviado estoy de comprender lo que me sucede.    

De pronto todo cambia. Ahora me veo pequeño, mis manos también lo son. No puedo hablar, solo balbuceo cosas. Mi madre se ve joven.

¡Oh Dios!. Soy un bebé. Volveré a revivir toda mi vida otra vez, desde el principio. Estoy en un círculo donde recomienzo una y otra vez. ¿Qué es esto ?...Oh Dios…¿ Qué es ?.  

 

***

 

Sobre la superficie hay una lápida que dice: “Aquí yace William Scott. 1890-1931”.

 

Don Pedro Calderón de la Barca, escribió en 1635 una obra de teatro llamada “La vida es un sueño”. Tal vez, en realidad, no sea la vida sino la muerte un profundo sueño, una constante e infinita repetición de lo que hemos vivido y obrado,  plácida para los justos y un infierno, para los malvados.    

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