Paladar, paladar
que dominas mi existencia.
te he de tener entretenido
con delicias, sin vergüenzas.....
Me senté a leer un libro de Emilio Salgari, con el simple propósito de aislarme por un rato de la monótona rutina y me absorbieron las andanzas de Kammamuri y los tigres de la Malasia rodeando a Sandokan.
Y en eso estaba, perdido entre Mompracem y Sarawak, cuando de pronto algo me trajo de nuevo a la realidad.
Primero fue un fuerte aroma de azúcar quemada que penetro en mis fosas nasales y enviando señales a mi cerebro, me hizo estremecer. Luego siguieron sensaciones y sentimientos encontrados al recordar facetas de mi niñez. Estaba confundido.
De un brinco me puse de pie y rápidamente me dirigí a la cocina para confirmar mis sospechas.
Allí estaba Zaira, bella como siempre, horneando un gran budín de pan con todo y uvitas pasas, casi casi tan perfectamente sublime como el que hacia mi abuelita Rosa.