Fue emotivo verla llegar allí, con su mirada perpleja acompañada con esa colonia que penetrada mi olfato inmediatamente, su presencia hizo que mis sentimientos se alterarán de una vez, su castaño cabello que sobresalía de un lugar a otro, su timidez la podía sentir de lejos, fue hermoso ese momento verla hay de pie en mi sala donde pude plantear mis labios sobres los suyos con una fuerza que me sorprendió que no se hayan roto los dientes a ambos, quería que se callase si, quería dejar de oír el daño que le hice a la única persona que me ha de sentir vivo. Pero no es esa la razón de que la haya silenciado por la vía rápida, es porque no podía aguantar ni un segundo más sin besarle, sin sentirla de nuevo, como en aquel tiempo, como en otra vida.
Nos acorrucamos en el silencio, mirada tras mirada mientras la taquicardia me azotaba, juro que podía oír los latidos de su corazón, o del mío, no lo sé, solo sé que estoy en el único lugar en el mundo en el que quiero estar. Ella quedó paralizada un segundo por la sorpresa, pero enseguida tome el mando de la situación con mis manos en su cintura cuando la guiaba hacia el sofá, caemos en el hasta convertidos en una maraña de piernas, brazos y lengua, nos besamos durante minutos, no sé, una eternidad quizás y un profundo suspiro al mismo tiempo.
Nuestras erecciones se frotaban con suavidad bajo el tejido liviano de la ropa interior de ambos, pero ni siquiera nos planteamos dar un paso adelante a algo más que los besos que compartimos.
Hoy no, hoy no es sexo, hoy es algo más, de vez en cuando nos separábamos y nos mirábamos con esa timidez a los ojos, junto con una sonrisa burlona en los labios y mil palabras en el aire que ya no son necesarias pronunciarlas.