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         Cuando somos niños, nos parece lejano el llegar a ser hombres. La niñez nos da la libertad de expresarnos, de no mirar a nuestro alrededor cuando decimos lo que pensamos, a jugar con la imaginación, y lograr maravillosos proyectos, que nuestra mente ha ido elaborando, y lo expresa con total claridad y tranquilidad, sin pensar en el ridículo ni en el que dirán.-

   Travesuras que no pasan de un reto, de una penitencia, o de no permitirnos hacer algo que nos gustaba.-

   El comienzo de las clases, los nuevos compañeros, el compañero de banco, la nueva maestra, que útiles tendremos que llevar, todo era una exquisita aventura, que pronto nos tocaría vivir.-

   A la salida de la escuela jugar con los amigos, hacer travesuras desde la escuela a la casa, postergar las tareas asignadas en la escuela,  para poder jugar,  buscar una excusa para ir a la casa de un compañero de clase, que tenía un juguete nuevo, esperar con entusiasmo la llegada del padre por la noche, para escuchar sus experiencias vividas en el trabajo.-

   Que linda niñez aquella sin sacrificios de horarios, solamente los de la escuela, sin la preocupación de obligaciones impuestas por los mayores, de la charla sin apuros con los abuelos,

   Los juegos infantiles enriquecían la creatividad del niño; la bolita, la manganeta, los soldaditos de plomo, el trompo, el escondite, la pelota, el camioncito de madera, las figuritas, y todo aquello que la imaginación del niño preparaba en el momento del juego.-

   ¡Pero como nos enseñaban a respetar a los mayores! Que respeto con el policía, cuando se jugaba a la pelota en la calle.- Los valores de la familia, de amor, respeto, obligaciones, conducta,  plasmándose no solo en el hogar sino en la calle, en la escuela, y en todos los lugares que estuviéramos presentes.-

  ¿Por qué se perdió todo eso? Aquella inocente niñez, hoy se cambió por frías criaturas encasilladas en un mundo cibernético, alejadas de una tierna convivencia. ¿Fue el propio ser humano, que convirtió con sus compulsivos intereses mezquinos, para mejorar su poder económico? ¿O fue la propia familia, que abandonó el diálogo franco y sincero, para llenar su hogar con propaganda chatarra?

  Me gustaría volver a ser niño, jugar a la pelota en la calle, mis soldaditos de plomo, mis bolitas de colores, el camioncito de madera con las bolsitas de trigo que me fabricó mi madre, escuchar a mi padre en los días de lluvia, leyéndome cuentos infantiles,  en fin; volver a ser el niño feliz que guardo en mi memoria.

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