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Ir a: El peregrino de la nada (3)

Capítulo 3: “Los seis elegidos”

Juan emprendió su camino a través del tiempo que no era su tiempo. Más allá de todo espacio temporal, su mente se mantenía entre un pasado histriónico y un presente viviente, con claridad absoluta de que, sentía que era él, que no había cambios en su mente ni en su cuerpo. El Peregrino alegraba la percepción de su existencia en el hecho que conservaba intacta su libertad interior. Asimismo exteriorizaba esa percepción en los actos que cometía frente a sus ocasionales interlocutores. Fue así que, de pronto entró a un reino desconocido, lo desorientó porque ese extraño reino no figuraba en los anales históricos, por lo menos, de lo que él conocía en su época de estudiante universitario en la cátedra de Historia.

-¿Qué es? – se preguntó figurándose en su rostro el signo de la incógnita - ¿Dónde he llegado? No reconozco este reino,

En ese preciso instante aparecieron ante él seis individuos que lo observaban con atención:

-¿Dónde estoy? – preguntó desorientado.

-Es el Reino de las Circunstancias. Está escrito que llegaríais al final.

-¿Cómo que está escrito? ¡Quienes sois vosotros! – vociferó.

-Somos los elegidos para dar a conocer la Verdad.

-¿Eso lo habéis recibido del Enviado? – y el Peregrino largó una carcajada - ¿Ese farandulero?

-Es un ángel que vino del cielo – interpuso uno de los seis.

-Ese farsante… - no sabía como decirles la experiencia que había tenido en la Ciudad Prohibida – yo le he visto…descaradamente con una prostituta.

-Eso es imposible – le respondió otro de los seis – venid Peregrino vamos a sentarnos en aquella fontana y aclararemos las cosas.

-Nada debo aclarar con vosotros. No creo en el Enviado. Soy ateo y vivo mi propia libertad.

-No olvidéis que estáis en el Reino de las Circunstancias.

-¿Y con eso…qué? – preguntó con un dejo de soberbia.

-Que  debéis evaluar los distintos eventos que podrían presentaros ante vuestros ojos. Os conviene que habléis con  nosotros.

La desesperación se hizo eco en la mente del Peregrino, no deseaba involucrarse en ninguna cuestión que atentara contra su libertad existencial, por eso los rechazó:

-He sido visitado por ese tal Enviado. El oráculo predijo entonces que con los seis me encontraría. He sido el elegido número siete. No toleraré esto ni un solo segundo más. Aunque me encuentre en este extraño reino, no hablaré con  ninguno de vosotros. Mis circunstancias no son las mismas que la de vosotros.

-Eso no lo sabéis – y de pronto se identificó – mi nombre es Gerón.

-¡Oíd Gerón! – exclamó el Peregrino – acaso ¿sois sordo?.

-No. Os hemos escuchado con atención, tenéis talento y por eso es que debemos hablaros de la Palabra que debe ser revelada.

-Sobre la Palabra revelada, ya escuché muchas historias – se detuvo y luego reflexionando, expresó – y bueno, no  estaría demás que hable con vosotros. Pero os advierto algo – volvió a detenerse, como si su garganta se hubiera resecado, no tenía saliva, quiso tragar, pero no pudo, entonces uno de los seis le alcanzó una vasija conteniendo agua, el Peregrino aceptó la oferta, bebió y así pudo continuar – he manifestado que no os seguiré en vuestra locura. Soy ateo por convicción, en el tiempo que vivo, esto ya se produjo, el Unigénito llegó y estuvo por treinta y tres años, solo predicó la palabra por tres años. No me ha convencido y menos aún vosotros que decís haberos recibido de un golfo la Palabra.

-¿Por qué ofendéis de ese modo al Enviado? – Expresó Gerón – él solo bajó porque Aquel que está en los cielos se lo ordenó.

-Gerón…Gerón – repitió pronunciado aquel nombre de manera que apreciara que había sido engañado por el Enviado – mejor…venid y nos sentaremos en aquella fontana, tal como os lo pidieran y ahora quiero conoceros mejor, empezando por vuestros nombres.

Gerón entonces tomó la palabra y comenzó a nombrarlos:

-Uriel, él viene del este. Juriel, del oeste. Gatriel, el proviene del norte, Micol que llegó del sur. Rafén y yo el más anciano de los seis, ambos venimos de la tierra de los nómades.

-¿Cómo habéis llegado  a juntaros? – preguntó el Peregrino.

-Eso es algo que no podríamos responderos – intervino Micol – hemos llegado a la conclusión que viajamos en el tiempo y sin memoria presente, nos encontramos reunidos en éste reino.

-¿Por qué a mi no me ocurrió lo mismo?- preguntó extrañado el Peregrino.

-Quizás porque no creéis en Dios –se atrevió a responder Juriel.

-O quizás, tal vez, porque sois el más fuerte de los siete – interpretó Gatriel.

-¿En qué sentido el más fuerte? – preguntó el Peregrino.

-Vos lo habéis dicho, tenéis firmeza en vuestras convicciones. Vives vuestra libertad con valor. Cuestión que, para nosotros, según hemos hablado no existe – reflexionó Gatriel.

-¿Puedo saber cómo fueron vuestras vidas antes de… - se detuvo y esbozó una sonrisa previo a continuar – la revelación que les hizo viajar en el espacio atemporal?

-¿Sobre la vida y la muerte? –preguntó Juriel.

-Si – afirmó el Peregrino – exacto, sobre la muerte, con mayor precisión.

-Habíamos muerto – exclamó al fin Rafén – de eso estamos seguros. De lo que no estamos conscientes es, si ahora estamos con vida o seguimos muertos.

-Las circunstancias ¿no? – reflexionó el Peregrino – las circunstancias – repitió – os hace ver cual es la realidad.

-¿Nuestras circunstancias? – Preguntó Gerón que parecía ser el más reflexivo de los seis - ¿Cuáles son en estos momentos?

-Me parece – intervino Juriel – que es un accidente el estar aquí. Un accidente que puede llevarnos a replantear la situación fáctica que tenemos en juego desde que nos reuniéramos los seis y…- hizo silencio ante la mirada de todos, esperó unos segundos y luego prosiguió – éste accidente circunstancial, valga la redundancia, lo debéis resolver vos.

El peregrino observó atentamente a Juriel. Es que había una razón para éste encuentro que no estaba presente ni en el tiempo ni en el espacio. No había nada que pudiera tener semejanza en una vida real. Pero, tampoco era ficticia. El Peregrino estaba allí, junto a seis personas que, podrían no ser, pero que ese lugar, precisamente, esa circunstancia de tiempo y espacio, los volvía seres, por lo menos de cuerpo y mente.

-Lamento no poderos resolver éste dilema situacional, Juriel. No quisiera equivocarme, pero cabe un pregunta para mí mismo ¿estaré vivo? No tengo visión del pasado, igual que vosotros, solo del futuro que he vivido. Las experiencias del pasado, son muy reducidas y extrañas, nada de lo que hemos aprendido en nuestra vida normal se ha dado en ésta especie de retrospección en la que me encuentro inmerso. No puedo saber a ciencia cierta que es lo que ha ocurrido. Todo es confuso.

-Nos estamos sincerando – intervino Gerón – yo he vivido otra experiencia, como os hemos comentado, no tenemos certeza de nuestra condición existencial. Pregunto: ¿es una existencialidad manifiesta o es solo ocasional?

-Debo presumir – respondiendo a su pregunta, el Peregrino arriesgó una conclusión – que no existen. Yo existo. Pero si estoy muerto, soy nada. Sin embargo heme aquí con todos vosotros. Presente estoy, vosotros también ¿Cuál será la diferencia entre vosotros y yo?

-Volvéis al planteo inicial – reflexionó Juriel – vuestra existencialidad es real, la nuestra puede que no.

-¿Cómo llegáis a esa conclusión? – preguntó el Peregrino.

-Precisamente por que habéis obrado de manera diferente a nosotros. Cuando se te presentó el Enviado ¿Dónde estabais?

-En mi tiempo, según creo.

-Estabais consciente.

-Sí. Mi estado natural era normal.

-En cambio nosotros, como os hemos manifestado, no lo sabemos. Teníamos la esperanza que vos nos lo dijerais. Es lo que nos expresó el Enviado.

-Pero – acotó Rafén – no se nos ha revelado la Palabra aún cuando vos estáis aquí presente.

-Según mencionó el Enviado, todos teníamos que estar de acuerdo para recibir la Palabra – recordó Gerón.

-Bueno – expresó con voz triunfalista el Peregrino – aquí no hay acuerdo, yo no voy a meterme en este embrollo. Vosotros ¡muertos estáis! y habéis sido transportados a una dimensión desconocida. Yo vivo estoy, lo sé. Dudé, pero, ya no me quedan dudas de mi estado existencial. Os dejo con vuestras circunstancias que se han dado en esta reunión fortifican mi posición.

-No – exclamó Gerón – no nos abandonéis. Estamos indefensos sin vos.

-Lo siento amigo – exclamó el Peregrino – no puedo permanecer en este reino. Me hacéis sentir muy mal, estoy deprimido…no puedo permanecer más. Nadie puede retenerme. Soy autosuficiente ante vosotros porque existo.

-¡Oh Peregrino! –exclamó Gerón – jamás pensé  que vuestra negación os haría un personaje muy cruel frente a estos cuerpos que no son más que imágenes de algo que fue.

-Teníamos esperanzas de revivir – imploró Rafén.

-La vida tiene un principio y un final, Rafén. El final llegó a vosotros en su espacio temporal. Nada son ya. Un plano tridimensional representa la imagen de lo que habéis sido en un tiempo. El engaño de aquel que se llama Enviado, tuvo mucha crueldad. Lo siento amigos. No caeré en este sucio engaño. Me retiro.

El Peregrino salió a las puertas del Reino. Vislumbró un horizonte muy lejano, aún le quedaba un largo recorrido. Su principal preocupación era encontrar la clave para regresar a su tiempo. Las experiencias que había tenido, no habían sido para nada cordiales.

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