"Yo soy chiquito, pero jodón. Yo tumbo uno, yo tumbo do'; si de descuidan, lo' tumbo a to'..."
En la mano derecha el machete y en la mirada el fuego de su ira, mientras deambula por las calles de mi país caribeño en busca de quienes le hicieron mal a uno de sus protegidos. El hecho de que es corto de estatura y de que cojea de un pie no lo intimida, no lo arreda; porque él posee reflejos rápidos y un espíritu indomable. Además, si ya una vez venció al mismo diablo, derrotar mortales es moneda corriente.
Cuando él doblegó a Satanás, le afincó un pie en la cabeza y lo sometió a humillaciones inimaginables. Hoy día hace lo que tiene que hacer para preservar el orden y la justicia; para ello se vale de su machete y de su furia ancestral. Y sin embargo, su naturaleza no es precisamente belicosa. En honor a la verdad, él es un ser afable y diplomático. Amigo de sus amigos hasta las últimas consecuencias; enamorado del amor, y muy dado a las discusiones sobre política local.
En la religiosidad popular dominicana San Miguel Arcángel es representado por Belié Belcan, Loá de las Veintiuna Divisiones, a quien quiero dedicar unas líneas por ser hoy, 29 de Septiembre, su día. Si la memoria no me falla, en todos los años que hice periodismo en mi país de origen sólo escribí sobre Belié un par de veces. No recuerdo la primera pero sí la segunda pues me tocó cubrir fuente en las afueras de la ciudad donde se estaba celebrando una fiesta de palos o atabales en su honor y donde abundaba la carne de chivo (sacrificado en su nombre); el baile con pañuelos rojos y verdes alrededor de unos leños encendidos y, claro, el alcohol, elixir de vida del hombre caribeño.
Cuando Belié Belcan monta a una persona; es decir, cuando toma el cuerpo de algún participante que se haya prestado para ello, la forma en que se identifica es cantando aquélla vieja tonada, "Yo soy chiquito pero jodón (o jodedor); yo tumbo uno, yo tumbo do'; si se descuidan, los tumbo a to'" Al hacerlo, da vueltas por la habitación, esgrimiendo su machete. Su coreografía es sin duda tan buena como la de cualquier otra perfeccionada en Broadway. Mas su saludo es siempre en francés, o mejor dicho, en "patois" (dialecto haitiano, pronunciado "patuá"), y sus modales son suaves y cordiales.
Belié dirá al saludar: "Bonswa a la Societé!", y revelará su nombre para que no quede duda alguna sobre su identidad. Acto seguido pedirá su "tabaqué" (cigarro) y su "tafiá" (ron) con voz ronca y profunda. Se colocará sus "fulas" o pañuelos rojo y verde en la cabeza y en los hombros. Entonces, y sólo entonces estará listo para ofrecer consultas individuales.
Durante los momentos de posesión, Belié Belcan, encarnado en "el caballo" o persona que le prestó su cuerpo, jamás caerá al suelo como suelen hacer otros luáses (mensajeros de Dios). No lo hará porque su orgullo no se lo permite. Y por más que le duela el pie que él mismo atravesó con su machete accidentalmente, tratará de mantenerse enhiesto, aunque generalmente termina por encorvarse.
La religiosidad popular dominicana o sincretismo religioso es el producto de una mezcla: la fe católica y los ritos africanos. Como los esclavos africanos de la colonia tuvieron que abrazar la fe católica por obligación, y no querían abandonar sus propias creencias y sus propias deidades, rebautizaron los santos cristianos con los nombres de las deidades africanas. De esta forma, podían seguir entregados a sus ceremonias atávicas sin ser perseguidos o acusados de brujería.
Este sincretismo que al presente pervive, actualizado y enriquecido, es sencillamente fascinante y surge de las entrañas mismas del pueblo abatido; de sus vicisitudes y de sus urgencias. Es la fórmula mágica para enfrentar los problemas que trae consigo cada día, y es hálito de esperanza para quienes lo practican. Visto en su justa dimensión, no es oscurantismo sino todo lo contrario.
Las ofrendas o "servicios" a Belié Belcan casi siempre incluyen un tabaco y un vaso de ron, sus vicios favoritos. En consulta privada, Belié facilita amuletos o resguardos que la persona protegida deberá llevar siempre consigo. Su naturaleza protectiva muchas veces lo compele a actuar en contra de los deseos del consultante, pues él sabe mejor que nadie lo que cada quien necesita. Y otra cosa importante, Belié nunca hará un mal por encargo.
Desde el punto de vista psicológico, el fenómeno del "caballo" o persona poseída ha sido objeto de numerosos estudios y evaluaciones. Yo no estoy capacitada para hablar de ello. A lo sumo podría citar fuentes pero no me interesa. Dada la realidad que me toca ahora; una realidad que consiste en resolver un problema para encarar el próximo, me acojo a la protección de los luáses y pido a Belié en éste, su día de días que "me ilumine y me proteja de la gente; con cuatro velas de a centavo, y tres copitas de aguardiente", según reza una popular canción dominicana.
Sonia Read-Hoepelman