La delincuencia juvenil nos tiene desesperados a los colombianos. A cambio los muchachos colombianos tienen toda clase de defensores y privilegios, concedidos sobre la utópica ilusión de que son la esperanza del país. Estas circunstancias simultáneas, son aprovechadas por todo tipo de estructuras criminales para reclutar muchachos e involucrarlos en todo tipo de delitos contra la sociedad y el estado, ya que no hay autoridad que los pueda neutralizar ni hay justicia que los pueda corregir sopena de incurrir en violación de derechos a menores, crimen punible según la legislación colombiana y castigado severamente.
Mientras tanto los menores empoderados por leyes y paladines, abusando de sus derechos y privilegios, han hecho de la autoridad un saltimbanqui acobardado y de la justicia un monigote irrisorio, ambos sin poder alguno frente a ellos; y en el medio, una sociedad desesperada y desamparada que cuando por fin entiende la costosa inversión en la sociedad del futuro, recibe en el presente los azotes de vándalos y criminales que no auguran algo bueno.