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Para comenzar debo decir que yo soy un adulto mayor, creo que clasifico en el grupo de los viejitos con la diferencia que no tengo ninguna de las costumbres que voy a compartir en varios artículos comenzando por este dedicado a las mascotas perrunas de los abuelos.

Hoy, o en esta época si lo prefieren, el mundo se llenó de mascotas, en Colombia ni se diga; y me da la impresión que la gente joven compra los perros para darle entretención a los adultos mayores de la familia porque por lo menos son la mitad de los paseantes de perros (por eso me gustan más los gatos, no hay que sacarlos) y es que este oficio, si se paga a un particular, es caro, entonces están los adultos que no cobran nada y cogen oficio, eso he oído decir.

A los perros se les saca a paseo por dos razones: necesitan hacer ejercicio y hacer sus necesidades corporales; entonces el viejo o vieja, por lo general son los hombres, deben cargar una bolsa para recoger la mierda y muchas veces al agacharse la cabeza les gana y caen de frente haciéndose daño. Lo digo porque lo he visto. El caso extremo es un anciano que sale con un labrador joven y lleno de energía que arrastra al viejito y, además de tirarlo al piso lo arrastra varios metros. La familia está enterada y dicen que es maña del abuelo, descarados.

Otro señor saca un Pitbull y debe ser como estrato seis (el perro no el señor) porque debe tenerle muchas atenciones, entre ellas buscar un antejardín, no defeca en cualquier parte, y claro está muchos dueños de casa lo insultan; pero aquí no termina esta historia; como el animal es de clase alta el viejo carga un paquetico de pañitos húmedos y después de que el perro termina sus cagadas el señor debe limpiarle el culo. Cuando contaba este episodio no me creían hasta que gravé un video y me gané una insultada de la hija de dicho caballero que es bastante vetusto y miedoso.

Para terminar esta historia quiero referirme a mi vecino del tercer piso que tiene dos perros ladrones (ladran día y noche) y creo que está aburrido con la esposa porque saca esos animales cinco o seis veces en el día (yo inventé que para no ver a esa señora).

Son muchas anécdotas que no quiero contar porque necesitaría un libro completo; quise decir esto para que no cojan de pendejos a sus padres mayores y abuelos. También tienen el riesgo de que el animal hale muy fuerte y pase la calle arrastrando a la persona, también se de dos casos comprobados donde hay herido o muerto y el animal ni se da cuenta.

Quiero repetir que soy de la tercera edad pero no tengo perro y si alguna vez a uno de mis hijos se le ocurre comprar o adoptar uno pues que ellos lo cuiden. Seguiré con historias de viejitos.

Edgar Tarazona Angel

 

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