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Con esta frase el pueblo ha autorizado a los políticos para que metan las uñas en el erario. Y esto no es de ahora, desde niño escuché, en época de elecciones, que suban y trabajen, no importa que roben, siempre y cuando hagan obras, y esta frase hizo carrera. Lo malo es que antes robaban y hacían y ahora solo se llenan los bolsillos.

En algún momento de nuestra historia política alguien inventó el cuento del 10% de ley. Esa ley no existe. Significaba que olímpicamente el político se echaba al bolsillo el diez por ciento de cada contrato y eso justificaba esa “propina”. Pero la voracidad de la mayoría de los políticos nunca se sació con este porcentaje y subieron la tarifa. Entonces los contratistas, para ganar ellos, firmaban un contrato de obra especificando materiales que no utilizaban. Es decir, usaban materiales de inferior calidad para poder cumplir con la cuota del político y su propio bolsillo.

 

Por eso se caen los puentes, se agrietan los edificios, se derrumban las carreteras. Cada eslabón de la cadena de contratos quiere sacar la mayor tajada y todo se construye de la peor manera.

Decía un pensador cuyo nombre se me escapa; si pagan cantidades enormes para ser elegidos pues entran a robar para recuperar la inversión. Esto se comprueba con sencillas operaciones de aritmética, y no hay que ser un genio para ver que la afirmación es cierta. Voy a mostrar con números redondos la realidad de estas elecciones (y todas las anteriores):

Estas son cifras supuestas pero que ilustran el caso:

Supongamos que el alcalde de BURUNDÚN tiene como sueldo un millón de pesos mensuales. Eso da doce millones en el año, si agregamos primas y gastos de representación demos un total de quince millones. En cuatro años de gobierno el susodicho devenga sesenta millones. Pero, resulta que gastó en la campaña cuatrocientos millones. ¿Entonces? Entra a recuperar con ganancias su inversión. Este es un ejemplo muy sencillo. Pensemos en un candidato a la gobernación de un departamento que gasta en campaña miles de millones y en sueldos y bonificaciones de cuatro años recibe ochocientos millones. Conclusión: todos entran a recuperar los gastos de campaña.

 

Por lo anterior es una gran mentira que suben a mejorar las condiciones del pueblo que los eligió. Deben resarcirse de los gastos de publicidad y regalos repartidos. A esto se suma el pago de favores porque nadie colabora gratis. Entonces a repartir cargos y puestos no importa que los nombramientos recaigan en personas que no tienen idea de las funciones que les corresponden en el ejercicio del cargo donde fueron ubicados.

 

Así ha sido y seguirá siendo mientras no haya conciencia ciudadana. Los políticos lo saben y seguirán prometiendo lo que no piensan cumplir. La gente vende su voto por una beca, un puesto humilde y, en últimas, por un tamal y una cerveza.

 

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