perezoso,
que bates mi alma
a tus antojos,
y tomas triunfales
mis miserias,
mis despojos.
Y aun así
me gusta llenarme
de ti,
de tus consuelos;
acostado, vencido,
atrapado entre tus dedos,
resignado a lo ya perdido
Al fin,
la luz de mis ojos se apaga
ya no siento tus tormentos.
Eres dulce sueño que se aleja
como divino tesoro,
que la mar se lleva.