Hoy he vuelto a pasear por tus orillas
hostigado por vencejos de colores;
olor a incienso, a nazarenos, a mendigos,
a rabia de dolor entre tus carnes.
Un sueño prisionero ya vencido
se pierde entre aromas de azahares,
la luz de los rincones clandestina
degüella la paz que vuelca el aire;
una hermosa primavera te enternece
bordando tus jardines de rosales.
Nacen nuevos poetas, nuevas tardes
de vértigo marchito que batallen
el mar entre tus carnes;
llevarán las túnicas del grito.
de otra suerte viva, menos errante.
Pero siempre quedará tu río,
tu río grande, que como un latir de suspiros
fluye al compás del sol radiante.
Y traerás a las aguas cristalinas
el aire limpio de Velázquez,
la luz quebrada y suave de Murillo,
los versos cálidos de Aleixandre.
Recordarás la infancia de Machado,
florecerán los patios como antes;
en un rincón lúgubre, vacío, sonará
un réquiem de Morales.
Agitarás los rizos de tu pelo,
volverá a la senda el caminante
a rubricar la cruz de los maderos
penitentes, curiosos y arrogantes,
brillará de nuevo el mástil de tus velas
ensalzando la luz de los metales,
traerás la esperanza ya perdida
del que partió sin dejarte.
Volverán al ventorrillo las leyendas,
a suspirar a Bécquer los amantes,
a revivir el olvido de Cernuda,
a sentirme más que nunca como nadie.