HOJA SECA
La hoja sueña con ser libre y es su meta
aún meciéndose en la rama que la encumbra
y en ese anhelo tan sutil que le deslumbra
por sobre el trémulo perfil de su silueta
va transformando su verdor de tan inquieta
casi anunciando su patética penumbra.
Y cuando al fin ya desprendida de su origen,
así entregada a su ilusión de amor primero,
entre los brazos de la brisa el sueño entero
se hace milagro, vida y don que nada exigen
desconociendo a do sus pasos se dirigen
en ese lánguido volar perecedero.
La hoja gira en espiral aún extasiada
imaginarios laberintos hacia el cielo
y ajena a que éste es su primer y último vuelo
baila gozosa aquella danza hipnotizada
por la frenética pasión que en su morada
imaginó cerca del sol, lejos del suelo.
Mas pronto cesan sus delirios tan felices;
aquella risa del soñar ya es mueca burda
al comprobar que tanta gloria, tanto aturda.
Del libre vuelo sólo quedan cicatrices
y la vergüenza de negarse sus raíces
por libertades tan efímeras y absurdas.
La hoja rueda en su agonía y, de algún modo,
no fue más libre cuando huyó a merced del viento
que cuando anclada al primitivo sentimiento
fue pieza viva hacia la libertad de un todo;
noble misión que por orgullo hundió en el lodo
de quien reniega un ideal que fue el sustento.