HORAS DE AGONÍA
Amanece a cada noche destemplada
sinfonía de letárgicos suspiros
cual preámbulo perfecto de la nada
que fecunda los anhelos que respiro.
Y no acuden a mi cielo más estrellas
que algún lúgubre tizón de brillo ausente,
el empírico retrato de la huella
de la lágrima en un mar omnipotente.
En la estéril soledad, mis pensamientos,
cono arcángeles de vuelos mutilados,
se retuercen entre agónicos tormentos
como ofrenda a sus altares desolados.
Con la vida como cruel caricatura
el anárquico ritual de mis pecados
desembarca con su lúdica premura
mi legión de sentimientos desnortados,
deambulando por el sórdido sendero
que obnubila mis precarias ambiciones,
y alcanzar lo inalcanzable ya no quiero
si aceptar lo inaceptable me propone.
Me detengo en sistemáticos latidos,
por inercia, en el umbral de mis abismos
donde se han desbarrancado ya vencidos
los retazos de mis muchos espejismos.
Y abre paso ante el recuerdo de mis vidas
el lacónico presente de mis muertes,
y aun vistiendo de cinismo mis heridas
su sangrante desnudez las vuelve fuertes.
Y la noche se avecina inexorable,
y el fantasma de mis horas bate palmas
si hace eternos mis calvarios implacables
como réquiem sin final sobre mi alma.