Camino con él por la ciudad.
Me guía entre carros, pitos,
Entre el bullicio de la capital.
Paso entre miles de rostros,
Soy uno más,
Pertenezco al montón,
A nadie le importo ni a nadie preocupo,
Así es la vida,
Y eso no tiene solución.
Atravieso una calle,
Me sorprende un grandioso PIIIIIIII,
Un autobús pasa majestuoso,
Impidiéndome seguir.
A que desaparezca de mi camino,
Más qué pesar,
Se acerca un gamín:
- “Dotor” ¿no tiene cambio?
Yo, de buena voluntad,
Le respondo que sí.
Cuando dispuesto estoy
A sacar una moneda,
Siento en la espalda
Un puñal que me hiela.
- ¡Bájese de lo que tenga! –
Una voz reza.
Yo le hago caso,
Al fin... la vida cuesta.
Y el gamín que cambio me pedía,
Se rié con sorna de mi pesar,
- Eso le pasa por pendejo, - dice,
- Por caminar confiado en la gran ciudad.
Dirijo una mirada triste
A los dos pobres que mi dinero dispután,
¿Llamar a la policía?
No tiene caso,
Siempre muy tarde ellos responden.
Entonces, emprendo de nuevo mi camino,
Al fin y al cabo, ya es obligación.
Paso una calle,
Otra,
Otra,
Hasta llegar a un monumental trancón.
El bus que me había pasado,
Yace de costado.
Voy a ver porqué.
¡Dios Santo!
A un peatón ha atropellado,
Justo debajo del puente,
Como si irónicamente,
Así debería ser.
Tratando de esquivar al pobre diablo,
El transporte que iba a mil,
Ha chocado contra otro carro,
Matando en el instante
A los que iban allí.
Miro esa escena impasible,
La ciudad me ha enseñado a ser así,
Miro durante unos diez minutos,
Para tomar de nuevo mi camino y seguir.
Ahora estoy en pleno centro,
En el corazón de la ciudad.
Ahí la vida es más alegre,
Los vendedores me asaltan en tal cantidad,
Que hasta por mi vida temo,
Pues ellos insisten:
- Mire Don,
esto no lo consigue en una tienda.
Lo traje de Miami, pasando por el Malecón.
- No tengo plata, - grito con esperanza,
tal vez me dejen en paz.
Pero ellos insisten en que compre algo,
A punta de codazos,
A la Plaza de Bolivar intento llegar.
Bueno, después de media hora,
A la ansiada meta he conseguido llegar,
Más los problemas se me enciman,
Como si así la vida debería girar.
Una manifestación se ha reunido,
Frente a la Casa de Nariño,
Para reclamar,
Casas que otros les han destrozado,
Además quieren trabajo en la gran ciudad.
Ahí hay unos periodístas,
Ellos de corbata y ellas en tacones,
Cargados de joyas, brazaletes, Armanis y...
Micrófonos, para solicitar una entrevista con los pobres.
- Y... dígame señor:
¿Qué siente ahora, que su familia muerta está?
Pregunta una de las niñas,
Que en la turba se ha metido,
Rasgando a los demás
Con sus uñas pintadas hasta resaltar.
Le doy la espalda a esa falta de humanismo,
Falta de respeto y mucho más.
Pero alcanzo a escuchar un madrazo:
Es la respuesta que el señor le da.
- Huuuuuyyyyyyy, que tipo tan grosero.
Se queja ella a un colega,
Él toma cartas en el asunto...
Eso ya no lo veo,
Mejor me voy,
Antes de que haya una reyerta.
Regreso apesumbrado a la casa,
Y ahí también el peligro está,
Una balacera entre policias,
Unos buenos, otros...
Para el narco trabajando están.
Con el ánimo ya en el piso,
Al medio de la refriega me dirigo,
Tal vez esté de suerte,
Y una bala perdida
De fin a mi sufrimiento.
Marzo 9 de 2000