Tengo la paz de morir en silencio,
tengo un sueño naciente en una llovizna
mientras se consume la tarde,
y caen lentamente pétalos de margaritas:
el amor, nunca soñó para mis sentires,
nunca rozó mis labios de principiante
estuvo lejos, y tuve que decirle
adiós a sus te quiero inusuales
ya no más porque todo su aire
no conocerá mi aliento.
Observo de cerca horizontes morir,
observo palabras que vuelan empapadas
porque no llegaron hasta sus oídos,
y nunca supo que siempre me hacía falta
al abrazar, cuatro versos sobre su amor
diciendo que en realidad me quiso;
tal vez, yo crea en su voz,
porque al llegar a mi propio olvido
encontré su sueño de haber sentido
mi alma acariciándole.
No tengo que romper promesas de marzo,
no tengo que olvidar sus palabras distantes,
no, porque mientas nos amamos
no existía ni su aire:
Llovizna en pleno anochecer
invadiendo la ciudad de frío
como a mis recuerdos lejanos
de un día abrazar a esa piel
dándole siempre algo mío,
algo por florecer.
Soñar con que me quiere
es escuchar lo que dice una nube
cuando pasa despacio, deshaciéndose.
Llovizna en pleno anochecer y digo “silencio:
me permito llorar una sola vez,
qué se yo de sus besos...”
Tengo la paz de cruzar el cielo
y decir qué tanto me costó quererlo:
atar una esperanza al viento
que luego sentiría.