Retumba el Chicamocha
en la profundidad del risco
y de cima a sima
la vista se deslumbra.
Paisaje abismal que sobrecoge,
hachazo de Dios en la montaña,
lienzo soñado de perfectos trazos,
espectáculo frenético
que tienta los sentidos,
exaltación que El Gallineral transforma
en plácida caricia.
¡Parque del edén!
¡Estancia del amor!
¡Apacible refugio de las almas!
Gallineros y ceibas centenarias,
de grises y largas cabelleras,
ropaje de festones naturales;
talles descomunales de recio maderamen,
añosos brazos de cuarteada piel,
ramal indoblegable
que cuelga de los cielos.
Savia añeja cargada de recuerdos,
testimonio mudo que la memoria
guarda de los guanes,
de Cuchicute,
excéntricas andanzas,
del suelo que la nutre
la indómita braveza.
Caja musical en que resuenan
de las chicharras,
su canto electrizante,
y susurros de tonos armoniosos,
concierto de intérpretes virtuosos:
canturreo exquisito, nacido entre plumajes
de encendidos y vívidos colores.
Paraje fértil de fuentes generosas:
caudal sonoro de aguas cristalinas,
quebrada que en obligados tumbos
entre las rocas cuela
su dócil trasparencia;
y en los confines,
un torrente de aguas impetuosas:
Fonce indomable
que a otras tierras lleva
un soplo del edén en su corriente.
LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del amor, de la razón y los sentidos")