No logro recordar de momento donde los había escuchado, pero se le hacían muy familiares; en especial uno, Hermes López Dueñas, no solo por lo sonoro sino porque haciendo memoria recordó que no lo escucho en algún lugar, lo había leído.
La semana transcurrió sin más detalles, su tío se la pasaba fuera, llegaba constantemente por la noche o la madrugada, y para José le era muy extraño que llegara agitado y que nunca más desde el primer día de su encuentro le volviera a hablar.
Al mes de su llegada a la capital se le hizo costumbre y también algo extraño que cada vez más los obituarios le fueran familiares; hasta que un domingo olvido en la lavandería su periódico; no lo había leído y tenia mucho tiempo libre y pocas cosas que hacer por lo que decidió volver a recuperarlo y por que no saludar a su amigo Paco, que era como el portero del edificio, solo que era un muchacho de unos doce años que quedo huérfano desde el día de la revuelta y que el señor Álvaro, el dueño de la lavandería, le daba unos centavos y tal cual comida por cuidar que nadie entrara a robar.
-Que más Paquito, ¿mucho trabajo?, o como siempre sacándole las monedas de los parquímetros.
-Hola misio José, no que va aquí más aburrido, pero ¿Qué se le ofrece?
-Nada especial, lo que pasa es que se me quedo el periódico y estaba cerca, por eso vine a ver si podía entrar y sacarlo rapidito.
-Tranquilo misio José, aquí no hay nadie ni nada los domingos, esto parece cementerio de pueblo, dentre no mas que’so no hay problema.
José entro y saco el periódico, pero le causo curiosidad que la libreta de cuentas estuviera abierta, se acerco y la ojeo, algo andaba muy mal.
Al ojear un poco más se fijo mucho en unos nombres que estaban tachados, todos eran nombres que estaban en negro, y todos llevaban un mes desde que se les entrego su pedido.
Pero lo que más llamo su atención fue un nombre, Hermes López Dueñas, y de nuevo trato de recordar donde lo escucho.
A su memoria llego ese día en el parque leyendo su primer periódico, Hermes López Dueñas, ahora recordaba bien en donde leyó ese nombre tan extraño, el lo escribió unos días antes de que su obituario fuera escrito. Pero a su parecer era una cruel coincidencia del destino.
Pero esa coincidencia se le hizo cada vez más frecuente, razón por la cual llevó un registro paralelo de los nombres en negro y lo comparo con los obituarios del mes siguiente.
Y para su sorpresa encontró que de trece nombres de la lavandería diez estaban muertos. Y al seguir indagando cayó en la cuenta que los nombres en negro alguna vez estuvieron escritos en rojo, el creía que los clientes eran fieles a su lavandería, pero esto le hizo pensar que algo extraño pasaba dentro de la lavandería.
Dos días después, le pregunto a don Álvaro sobre aquella coincidencia, para tantear el terreno y, por que no, descubrir aquello que ocultaba la lavandería.
-¡Que me estas diciendo! No puede ser que mis clientes se mueran, eso me perjudica, de donde te voy a pagar, no me había percatado. No puedo creer que eso me este sucediendo.
Y salio dando gritos y palmotadas al aire, dando la impresión que era algo fatal para el y para su empresa.
A José le pareció algo sobreactuada su reacción y se pregunto, si sus clientes morían tan seguido, ¿Cómo no se dio cuenta de ello antes?
Pero el trabajo le hizo cambiar de pensamientos y le atrajo fuertemente la atención la lista que llegaba desde el supuesto pueblo vecino.
La leyó muy concienzudamente y para su sorpresa, todos los clientes estaban en negro, copio la lista en el cuaderno de la lavandería y también en su cuaderno.
Esa misma noche su tío llego más agitado que nunca, estaba jadeante y corrió al baño, José se intrigo muchísimo.
Cuando su tío salió, se acostó rápidamente, y le dijo con una voz entrecortada “Cuídese mucho mijo, cuídese”, y se durmió.
José entro al baño y vio una toalla llena de sangre.
El domingo llego y José se dedicó a ordenar todo lo que había conseguido sobre las muertes y la lavandería, no se extraño pero si se asusto de la cantidad de coincidencias que tenía enfrente.
La lista del pueblo vecino solo tenia nombres en negro; los nombres de esa lista estuvieron por lo menos tres o cuatro semanas en la lista azul; ningún nombre rojo se repetía; los nombres azules que tenían cuatro o cinco semanas entraban a la lista negra; y finalmente la lista de obituarios era casi idéntica a la lista negra.
La conclusión era obvia, quien entraba a la lista negra moriría, además estaba la sangre en la toalla de su tío, la recomendación que este le hizo, la evasiva de don Álvaro a su pregunta, la relación de don Matías con los empleos de ambos.
Era el momento de llegar al fondo del asunto.
Decidió preguntar a la gente que conocía dentro de la lavandería, y las respuestas más comunes eran “No me pregunte a mi” y “Mejor no pregunte”, pero de vez en cuando oía “Si el rió suena…”.Algo no encajaba, la cantidad de ropa que lavaban era poca y su lista era grande; y se lo dijo a modo de comentario a don Álvaro; “que va mijo es que también tenemos otro local en otro pueblo”.Esa fue la gota que reboso el vaso, se dio cuenta que todo era mentiras, que era una fachada para cubrir las muertes y que la lista del otro pueblo era la forma sutil de hacerles llegar la orden de muerte a quien ellos decidieran.
José empezó a afanarse y quería salir corriendo, pero se calmo y tomo una decisión, se iría lo antes posible de esa lavandería.
Esa noche fue muy extraña, su tío estaba en la pieza antes que el, lo saludo y le dijo que si salían a tomara algo.
-Vamos mijo, hoy me pagaron un negocio atrasado.
Su cara no demostraba lo mismo, estaba como triste y a la vez resignado.