Hoy es un día grandioso, aunque no sea fin de semana. La llama en el pecho ha vuelto a encenderse. Parecía imposible, pero aquí está de nuevo, trayendo consigo algo que no puedo –o quizá no quiero– describir. Es una leve corriente que recorre la sangre, cálida y agradable. Sonríes como un idiota, como si estuvieras en un viaje de opioides, mientras tus órganos, adormecidos durante años, despiertan. Se estiran, sintiendo el calor de esa llama que los toca, mientras la corriente placentera los recorre. Hace tanto que estaban en invierno, fríos como una madrugada en Alaska, pero ahora parecen querer recordar cómo es sentirse vivos de nuevo.