Siempre compraba la lotería los días miércoles y sábado, sin falta, por costumbre de muchos años. Y nunca ganaba, pero se decía que tarde o temprano debía acertar las cuatro cifras del premio mayor.
Tanto insistió que antenoche cayó el número que había comprado y se enteró al ver en uno de los expendios de lotería y apuestas el resultado. No podía creerlo y miró varias veces el pedazo de papel para comprobar que era cierto y lo guardó en el bolsillo de la camisa.
Muy contento, pero sin contarle a nadie emprendió camino a su casa y empezó a llover. Llegó mojado, se cambió de ropa y colgó la camisa y el pantalón mojados de una cuerda en el balcón para que se secaran cuando saliera el sol.
La lluvia aumentó hasta convertirse en una tormenta con rayos y truenos y se formó un torrente que arrastró de todo, entre otras cosas la ropa que estaba en los balcones y la camisa con el billete de la lotería.
Edgar Tarazona Angel