- "Adiós, que te vaya bonito" - le susurré esperando que no me oiga, me hubiera muerto de vergüenza si ella llega a darse la vuelta y preguntarme -"¿qué?" - y yo me hubiera puesto rojo como un tomate y de seguro hubiera sido la burla de la oficina para siempre. Y no porque se me hubiera puesto la cara de vergüenza delante de todos, sino por el hecho de que mis ojos se habían fijado en "ella", la abeja reina del lugar. Como quien dice, me estaba saltando unos buenos niveles entre ella y yo (como unos 5 más que menos).
Ella se detuvo un momento, como si se hubiera olvidado algo, luego continuó su camino a la salida, yo me di vuelta y suspiré por lo bajo.
La jornada siguió su curso y a la hora de la salida volví a verla, no me di cuenta en qué momento había regresado, yo que siempre estaba pendiente de cada uno de sus pasos, pero ese día no la vi regresar.
Tenía el cabello negro en media melena, antes era largo y crespo, hace poco decidió cambiar de estilo, ahora es un poco más sobrio y recatado. Supongo que es por el ascenso que le dieron, sus nuevas responsabilidades tal vez requerían una nueva conducta. No lo sé. A mí me parece que se ve aún más hermosa.
A varios socios de la firma también les parece que se ve más hermosa, los he visto acercarse y tratar de flirtear con ella. Hasta ahora solo les ha respondido su seriedad e indiferencia, obviamente, los galanes rechazados andan repartiendo el rumor de que el nuevo cargo la ha vuelto arrogante y despótica. Lo que hace el despecho, es injusto que la traten así.
La veo irse y susurro despacito "Adiós, que te vaya bonito".
Otro día que se va, otra despedida incógnita.
A veces he bajado hasta el garaje de la empresa solo para verla subirse en su coche y salir de ahí a toda velocidad, ahí cambio el mantra y me despido: "Adiós, cuídate"
Pero siempre me despido de ella, a veces también la saludo, pero no me gusta mucho porque el saludo exige una respuesta, la despedida no. Así que siempre prefiero despedirme.
La vida laboral se hace muchas veces rutinaria, tiene las mismas tareas o similares, en el mismo espacio de tiempo y casi en las mismas temporadas. Mi distracción era buscarla y cuando la encontraba me queda mirándola hasta perderla nuevamente o que me llamen porque estaba desatendiendo mis obligaciones. Esos días yo era feliz, porque verla trabajar era en el único momento en la que la veía sonreír (no seguido, pero alguna que otra vez sí), y su sonrisa era la fuente de mis alegrías y la causante de que yo me fuera enamorando cada vez más.
El fin de jornada llegó otra vez, con la diferencia de que afuera llovía a cántaros, muchos se quedaron en la sala de espera a ver si la lluvia amainaba un poco, pero no lo hizo. Como nunca, hubo gente en la sala de espera hasta muy tarde, considerando que todos salían a las 5pm y que eran las 7:30pm, digamos que sí esperaron un montón, excepto ella que no aparecía por ninguna parte.
Todos se fueron a eso de las 7:45, ella bajó a las 8:50, yo pensaba que la había dejado escapar, al verla, de puro reflejo sonreí y suspiré.
-"Adiós, que te vaya bonito" - murmuré
Ella giró de pronto y me miró directo a los ojos, yo me quedé de piedra, fueron apenas unos segundos, pero los suficientes para disfrutar como nunca lo había hecho, disfrutar de su mirada, del color de sus ojos, del rubor de sus mejillas, del rojo ardiente de sus labios. Grabé su rostro a fuego en mi memoria.
Dejó de mirarme y se arregló el traje de dos piezas que llevaba, acomodó su bolso y salió de la oficina.
Yo terminé de acomodar el libro de notas que había estado dando vueltas y vueltas hasta verla aparecer.
Me puse un abrigo de cuero que tuve a mal elegir ese día porque ahora estaba haciendo frío y la humedad campeaba el ambiente nocturno. Y claro, el abrigo en cuestión no abrigaba nada.
Salí a la calle y tropecé con la bella casi de frente, estaba regresando a la oficina.
Me pidió paso y cuando iba a abrir la puerta tuve que hablarle:
-" Ya está todo cerrado doctora"-
-"Me olvidé el ordenador dentro, por favor tengo que terminar unos informes para mañana"-
-"Lo siento "- le dije -"pero solo puedo abrir fuera de horario con una orden del director"-
Me miró confundida y molesta, tomó su teléfono celular y luego de esperar unos segundos la vi murmurar, al poco rato me dió el celular y me dijo que atendiera.
Era el director:
-"Hola José, haga el favor de dejar entrar a mi hija, tiene mi autorización"-
-"Está bien doctor"- dije perplejo. Tanto tiempo y no me había enterado que era la hija del casi dueño de la empresa, ¿porqué no tenían el mismo apellido?
Abrí las puertas del edificio (que resultaba siendo todo un protocolo, por las medidas de seguridad que había que quitar para poner todo otra vez luego que ella saliera).
Cuando le dije que ya podía entrar ella andaba zapateando el suelo por culpa del frio.
Esperé a que regresara y al salir cumplí con mi mantra sagrado:
-"Adiós, que te vaya bonito" - casi susurré
-"A usted también que le vaya bonito" - me contestó
Me quedé otra vez de piedra.
-"Se leer los labios" - me dijo - "de niña tuve un problema de sordera hasta casi los 13 años, y ahí aprendí a leer los labios. Luego me curé pero nunca dejé de hacerlo. Es una habilidad muy útil en el juszgado"-
Solo atiné a sonrojarme y disculparme
-"Mil disculpas, no quería faltarle al respeto"-
-"Nunca lo hizo"- y sonrió pícara. Ese momento recordé que muchas veces le había recitado poemas cuando la tenía de frente y volví a sonrojarme. Ella entendió la causa y solo me dijo: -"Muchas veces no pude terminar de enterarme de los versos finales que me recitaba."-
-"Doctorita, si usted quiere, se los recito ahora"- dije sin siquiera pensarlo.
-"Por mí estaría bien" -
-"¿Le invito un café?"-
-"Si, acepto. ¿Vamos?"-
Me dijo y salimos. Se quedó unos minutos esperando que cierre de nuevo las instalaciones.
Yo estaba feliz, iba a compartir unos momentos con ella, aunque no vuelvan a repetirse, hoy tengo la oportunidad de aprovecharlos.
Sonreí toda la cita.
Ella también.
Y cuando llegó la hora de romper el hechizo, fuimos hasta el garaje de la oficina, la ayudé a subir a su coche y con toda la confianza del mundo le dije:
-"Adiós, que te vaya bonito"-
-"Gracias. A usted también"- Me contestó