— Tenemos que regresar.
— ¿Tenemos? — Trato que mi voz se mantenga normal, pero al final de la palabra, sube en un desesperado y desafinado crescendo y se corta abruptamente. Tomo aliento y lo intento de nuevo. — Yo no tengo ninguna obligación en ir de nuevo. Ni siquiera lo voy a pensar. ¡Mi respuesta es no, No, NO!
Me miras fieramente, pero no dices nada para convencerme. Ni siquiera lo intentas y eso me asusta. No eras así. Entonces sí está pasando de nuevo, ahora estoy seguro. Pero no quiero, no quiero, no quiero...
— Entonces iré solo. — Me miras con firmeza, pero tus ojos parecen asustados y totalmente perdidos. — El que está ahí, es mi hermano. — Me atraganto de horror, pero no levanto los ojos. Si lo hago, me rendiré. Después de un pequeño silencio, continúas: — Fuimos quince guardianes. Ahora quedamos dos. — Tus ojos se clavan en los míos. — Tú y yo.
En el momento que me miras, pierdo el control. Me enfurezco. La mesa salta por los aires, te agarro por las solapas de tu chaqueta deportiva, y te atraigo a mí:
— ¿Quién fue el desgraciado que lo inició de nuevo?