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-No serías capaz!


-A que sí!


-A ver? Por qué no nos das una demostración? Dale!


-Porque muy posiblemente sería debut y despedida, estúpidas! Además ustedes vendrían todas conmigo!


-… Lo dejemos mejor para otro momento.


-Sí, postergación, postergación!


Las voces se disolvían como azúcar en la leche caliente. Una riéndose, la otra suspirando, otra sollozando sin pausas, la de adelante diciendo siempre que sí, la de atrás vociferando mudamente que no… de las otras no me acuerdo.


-Vení a tomar la leche, te digo! Apurate, que se enfría y vas a llegar tarde a la escuela!


-No me gusta,… por favor, me da asco la nata! No me gusta!


-Vení, la revuelvo bien y le pongo otra cucharadita de chocolate. Te la tenés que tomar porque si no, cuando seas grande, vas a perder todos los dientes.


-Como la abuela!


Y allá me iba, con el estómago revuelto, después de haber puesto a prueba otra vez la paciencia de mis padres, quienes no obstante me daban besos y recomendaciones, y se quedaban mirándome con una mezcla de orgullo y ternura, mientras yo alcanzaba la puerta de atrás de la escuela, a media cuadra de casa.

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