Sonó su celular. ¿Existían celulares? ¡Existían celulares!... Vibró en la bolsa derecha de su saco, con sus manos miedosas lo desenterró y al instante que respirara libertad, lo perdió en el asiento del pasajero. El timbre le resultaba molesto, la canción retumbaba en su cerebro que parecía ser unas tallas muy grande para su cabeza. Pasaron otros segundos, sus manos ciegas exploraban sin resultado el coche. Estaba a punto de perder la llamada, sin embargo una vuelta oportuna del camino lo trajo por obra de magia hacía sus dedos.
Lo contestó, era su novia, era Lucía. ¡Qué gusto! ¡Qué felicidad! Otra vez escuchaba su voz, otra vez la podía imaginar sonriendo, distraída en otro lugar.
-¿Amor?- dijo Lucía al escuchar interferencia en la línea-. –Amor, ¿amor me oyes?
-¡Corazón!- respondió a gritos Fabián.- Corazón aquí estoy, te escucho… corazón…
-¿Fabián?... ¡Ya! Ahí estás. Hola amor, ¿Cómo te fue?- preguntó ella un poco nerviosa.
Fabián con la voz ronca trató de disimular su inquietud. –Corazón, me fue horrible, no sabes lo que me sucedió…
-Yo tuve un sueño, más bien, una pesadilla espantosa que terminó en un sueño precioso… a mi, a mi también me fue mal, o al menos raro. Sí, creo que fue un sueño-. Hablaba con dificultad. Escuchaba el ruido del aire, escuchaba interferencia y eso sólo podía ser una cosa.
Un vértigo profundo en su vientre le revelo lo que estaba por suceder. Trató de suprimir su imaginación, y entre lloriqueos pudo preguntar- Amor, ¿dónde estás?
-No sé qué sucedió, amor te lo juro eras tú, lo juro, no entiendo… no sé que fue.
- Calmado Fabián, no te entiendo, ¿Qué dices? ¿Quién era yo?- Cerraba los ojos frustrados, no podía dejar de pensar en él, no podía dejar de matarlo.
- Los lunares, las mariposas, fue real lo juro…- Ahora él también lloraba.
-No, para, espera, detente, yo sé lo que va a suceder… ¡Amor!, sí fue verdad, lo juro, yo también vi las estrellas, nadé contigo ayer por un río lleno de mariposas, y te tuve, te tuve dentro de mi…
-No entiendo, ¿Cómo puede ser esto?- Gritaba Fabián mientras se quitaba las lagrimas que le impedían ver los hoyos en el asfalto.-¿Cómo pudimos estar juntos y a la vez tan distantes?- gritaba abatido.
El acelerador estaba en el fondo, y las curvas eran cada vez más justas.
-¿No lo ves? Detente, qué no entiendes, yo vi lo que vieron tus ojos, ahora veo lo que ellos ven, yo te soñé corazón, detente, sé que vas volado, amor… ¿Amor?... ¡Amor! ¡Contesta!... Sé lo que va a suceder. No, por favor, no, no me hagas esto, contesta, por favor… amor… amor…sí existes…lo juro.
…
Lucía despertó asustada, su corazón latía con fuerza, la quijada le dolía y su espalda se había convertido en una erupción de dolor. Respiró varias veces, trató de calmarse, sin embargo era imposible.
Una pesadilla eso era todo. -¡Fabián!- Tenía que contarle, debía localizarlo. Al apartar las sábanas de su cuerpo, pudo darse cuenta que estaba desnuda. Trató de taparse, sin embargo notó que algo saltaba dentro del bulto de edredones que yacían en la esquina de la cama.
¿Qué podía ser? Un animal de seguro. Con precaución más que miedo se acercó a los cobertores y con cuidado los quitó. Una hermosa mariposa emprendió vuelo por el cuarto, cargando debajo de ella a otra muerta.
Fue ahí cuando supo que debía hallarlo a toda costa, no se le podía escapar el único amor que había tenido.
Esperó la noche, la aguardó sin ropa y en silencio. Sabía que esta era la única forma de encontrarlo. Se detuvo frente al espejo por un tiempo y le extrañó ver su cuerpo tan imperfecto, era difícil contemplarlo sin aquellos lunares. Esperó el silencio de la noche, y cuando llegó, tan sólo pudo admirar la belleza de tantas estrellas que habían sido arrancadas a besos de su piel.
Ahora ella también iba a dormir. Ahora podía vivir feliz con él.
Fin.