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Cuarto tiempo

Decidí llegar temprano a la cita porque necesito una esperanza. Me recomendaron mucho a este doctor, dicen que ha tratado ya a varios pacientes con el mismo problema que yo y sin embargo, a pesar de la gravedad los ha sanado. Los nervios y el miedo no me permiten distraerme con las banalidades de las revistas en la sala de espera. Lo que me llama la atención es atestiguar la lucha del intendente para abatir a una araña, sin mucho éxito por cierto. Limpió la telaraña, intentó golpearla, le echó encima no se qué tantas cosas, pero en cuanto se dio la vuelta, el insecto salió de su guarida para comenzar de nuevo a tejer. Igual que el inquilino  indeseable que se aloja en mi cabeza dañando mis tejidos y neuronas de poco en poco, carcomiendo mis fuerzas, mis ilusiones y mi fe como un depredador tan ponzoñoso y miserable como el arácnido en cuestión. El último doctor no me dio grandes esperanzas

Pero yo quiero creer que algo se puede hacer ¿cómo voy a dejar que ese habitante incómodo acabe con mi vida y mis proyectos haciéndome sufrir con este dolor que cada día es más terrible e insoportable?. Mirando a esa araña terca que se ha propuesto encontrar alojamiento en un lugar en donde su insignificante humanidad no es bienvenida me imagino cuál será el aspecto de mi indeseable, le invento un rostro. Lo imagino tejiendo incansablemente telarañas impenetrables contra las que nada pueden las medicinas ni los tratamientos. Lo pienso cavando túneles profundos en mi cerebro que harán imposible que el bisturí pueda llegar. Lo odio, lo detesto y a veces hasta pienso en la posibilidad de adelantármele y quitarme yo mismo la vida de una vez para no darle ese gusto a él. Maldita araña, maldito tumor y maldito doctor que tarda tanto en hacerme entrar. Ahí viene otra vez el intendente y ahí permanece estática la araña  esperando que llegue hacia ella, mofándose tal vez de él, desafiándolo. Es mi turno de pasar al consultorio por fin, en silencio le deseo suerte al hombre en esa lucha contra su enemiga, mientras tanto, yo también haré lo propio para abatir mi propia araña con todo y sus redes despiadadas.

Elena Ortiz Muñiz

 

 

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