El médico Ángel le explicó otro día que su segundo hijo de nombre Venancio Huérfano había fallecido porque nació sietemesino en plena luna llena durante una guerra iniciada por la época en que dejamos de llamarnos Estados Unidos de la Patria y eso era un signo desafortunado. Que le diera gracia a Dios por llevárselo tan niño para el reino de los cielos. Si hubiera crecido su destino era convertirse en liberal y ateo. Le comentaron que su hijo Eulalio había caído de la hamaca quedando turulato de por vida; de Venancio Mora que comentaba por todas partes lo de las campanas y a su madre la apodaron “La Campanera” desde entonces; supo que su mujer Concepción Chunza tuvo a Fernando; de su hijo Ernesto que falleció de un mes de edad; de Engracia que parió a Lorenzo. Para terminar Clotilde le contó que Encarnación había sufrido un aborto. Don Frutos echó el sombrero hacia la nuca, se rascó la frente, pensativo, y comentó: “Se me están echando a perder los vástagos, que mierda de vida, no joda”. Al otro día le presentaron a doctor y se hicieron grandes amigos. Monseñor Querubín. Santo Padre Querubín o doctor Querubín lo nombraban los creyentes fanáticos o cura cabrón como lo llamaba don Frutos partía cada año con su recua acompañado por Casimiro y tres mozos de mulas a recolectar los diezmos y primicias de la Iglesia de Dios, a pesar de las guerras lejanas que sumían la patria en la miseria.
En Quente esta no era notoria porque las cosechas se daban abundantes y los animales parían en cantidades desacostumbradas; las familias ricas prosperaban, las tres santurronas aumentaban sus riquezas y el padre, que mandaba las lluvias extraordinarias, acumulaba y manejaba a discreción los tesoros de Mi Dios. Los acomodados mejoraban sus situaciones y los asalariados, campesinos, vaqueros e indios se jodían en medio de la penuria y llevaban quejas al patrón. Las tierras de él no eran productivas en Quente por castigo de Dios al impío pero sí en los otros municipios; al él no le importaba “godos de mierda”.Las familias importantes concertaron enlaces matrimoniales entre sus hijos para que las fortunas no se dispersaran. Casaron VIllalba con Sabogales; Leones con Reinas; Guevara con Moras; Moras con Morenos y Torres con... Las Hermanas de la Pasión de Nuestra Señora fundaron una clausura para postulantas del poblado, una escuela de misiones y un coro. Dirigieron la Congregación de las Hijas de María y organizaron grupos de ornato y embellecimiento de la Casa de Dios.
Restituta Guavita, la sirvienta de la casa del patrón, aprendió a leer en la escuela y ocasionaba carcajadas en Eurípides Huérfano cuando leía en voz alta; entre risas el niño le pidió que le enseñara pero el muchachito aprendió más veloz de lo que a ella le enseñaban y siguió por su cuenta con los libros del doctor Ángel. No muchos años después falleció por indigestión de conocimientos.
Jaime Ángel y Fructuoso Hernández se hicieron amigos del alma por el resto de sus vidas. El médico murió de apodo años antes de que Don Frutos quedara plasmado eternamente en uno de los lienzos de Rodrigo Torres Mora, otra oveja negra de las familias destacadas, sería bisnieto de Epifanio Baquero y Amalia Mora y sería fruto del matrimonio entre Miguel Ángel Torres con Josefina Mora, hijo de Matías Torres, cuyo papá había regalado el reloj para la torre de la iglesia, aún hoy el reloj lleva su nombre, y de Juana Baquero, hija de don Epifanio. “Dedicarse a la pintura es una desgracia en estos pueblos del carajo. Yo me convertí en pintor liberal y me desheredaron igual que años antes lo habían hecho con Ananías Villalba a causa de su matrimonio porque: “¿Cómo se le ocurre, mijo, ser Torres Mora pintor y, para colmo de la desgracia liberal?”. Nací cuando la última guerra a donde luchó Don Frutos, el abuelo de mi amigo Benjamín Tercero, perdón, el papá; es que Benjamín, por molestarlo le dice abuelo, y lo vi cuando se fue a pelear contra otra patria”.