1936 - 1999
La historía de Begoña "Niña de la Guerra"
Capítulo primero
Tenía nueve años, cuando el 12 de junio de 1937, embarcó a bordo del Habana en el puerto de Santurce. Iba con su hermano, un hombrecito de trece años que asumía el papel de "pater familiar". El padre de Begoña, mecánico de profesión, se hallaba en el frente y la madre quedó en casa, enferma con el hijo más pequeño, se despidieron de ella en la cabecera desu lecho de enferma. Ya no volverían a verla.
Begoña no ha olvidado nunca aquella despedida, mucho más dolorosa que la de otros chicos como ella que fueron acompañados por sus madres hasta el muelle.
Recuerda que embarcaron de noche y que había mucha aglomeración de gente gritando, gesticulando, llorando. Sobre todo llorando, porque nadie queria despedirse y todos sabían que debían hacerlo.
La travesía hasta el puerto de Burdeos duró toda la noche. Los niños vascos-no recuerdan cuantos centenares eran-viajaban en cubierta, pretujados, ateridos pese a ser verano. En aquellos mares, la niebla es fría y eterna. Begoña lloró toda la noche llamando a su madre. Su hermano la apaciguaba, como correspondía su papel de jefe de familia. La madre le había recomendado "Cuida de Begoña"...
En Burdeos, les esperaba otro buque francés llamado Sontay, allí colocaron a los niños españoles cartoncitos de colores en la solapa retenidos por un imperdible. Cada color corresponde a un lugar de las bodegas del buque habilitadas como dormitorios. Begoña no recuerda que color le dieron a ella. Lo que no ha olvidado es que el buque francés tenía camareros y cocineros chinos, los primeros chinos que veía de carne y hueso. Y le daban miedo.
Cuando llegaron al mar del Norte la vomitera fué general y el frio nos ayudó a superar la desmoralización causada por el mareo. Allí el hermanito de Begoña volvió a cumplir heroícamente el encargo que le hiciera su madre "Cuida de tu hermanita".
Había dejado España sin darse cuenta cabal de lo que suponía ignorando que la madre moriría antes de tres años, que el País Vasco caería a las pocas semanas, que el padre iría a parar a un campo de concentración y, que el hermano más pequeño, practicamente huerfano, asería acogido por la abuela materna que, con penas y trabajo, lo sacaría adelante en una posguerra durísima.
Ignoraban que estarían tantos años ausentes, que el padre volvería a casarse y les daría un hermano de otra madre. Begoña volvería a España veinte años después, casada con otro "niño" español evacuado a la URSS y con un hijo de ambos nacido en Moscú. Todo esto lo ignoraba Begoña cuando tenía nueve años y vomitaba a bordo del Sontay rumbo a Leningrado acosada por los mareos, la tiniebla, el frío y los rasgos exóticos de los cocineros chinos.