Inmortal como la ruta de los astros
El final del poema es la búsqueda de inmortalidad, asunto que desvela y ha desvelado siempre a los hombres. En el caso de Gilgamesh tal preocupación surge a raíz de la muerte de Enkidu. La consciencia de tal fenómeno, “lo desconocido por excelencia” como dijera [[Hegel]], le hace aventurarse, ya no en busca de combates para acrecentar fama, sino de inmortalidad. Este es, como se sabe, el punto central de las religiones, las cuales prometen la eternidad del alma, la existencia de un más allá inmaterial.
El [[Hinduismo]], por ejemplo, complementa la idea de eternidad con la de “[[reencarnación]]”, que es como acceder a una vida eterna (o a una condenación perpetua) a plazos. Las religiones [[monoteístas]] como el [[cristianismo]], por el contrario, creen que al morir el cuerpo el alma individual se integra a un alma superior, idea propuesta antes del cristianismo por filósofos como [[Aristóteles]], y que ha permanecido intacta a través de los siglos. A esa doctrina se opusieron en su momento sectas como los [[saduceos]] (Hechos 23, 8), quienes fueron refutados por Jesús de Nazareth (Mateo 22, 23-33). Los agnósticos consideran, a su vez, que muerto el cuerpo las funciones del alma cesan. Diversas opiniones para un hecho todavía en el limbo de las especulaciones.
Al leer Gilgamesh, en las tablillas IX a la XII, sentimos la ansiedad del protagonista por encontrar la fuente de inmortalidad sin importar el medio. Infortunadamente la búsqueda no llega a su fin porque el inmortal Utnapishtim, la ser al que acude Gilgamesh, no aclara el asunto. Sólo advierte que no ha sido fácil acceder a la vida eterna ya que ni siquiera él la ha buscado. Su única hazaña es haber sobrevivido al diluvio.
¿Quería el poeta eludir el tema a propósito? Quizás no. Tal vez lo importante es manifestar lo mucho que difieren los designios de los dioses y los anhelos humanos: Utnapishtim no había buscado ser salvador de lo viviente, los dioses le impusieron tal misión. No había reclamado por ello ninguna dádiva, y sin embargo le fue otorgada la inmortalidad. Capricho o premio, esa esperanza no es una tarea para resolver sin ayuda de los dioses, porque además surge otra pregunta: ¿Es la vida eterna un premio o la forma disfrazada de un castigo?
Muchos siglos después de la epopeya de Gilgamesh, [[Jhonatan Swift]] abordó la cuestión en los [[Viajes de Gulliver]]. Una de las reflexiones de ese libro maravilloso es: ¿Para qué inmortalidad? Pareciera que Utnapishtim (y los poetas-teólogos que redactaron las tablillas) advirtiera algo similar: ¿Para qué inmortalidad? Si la [[Teología]] o la [[Filosofía]] no han resuelto el problema, tampoco una epopeya podrá hacerlo. (¿Acaso podría solucionarse, como diría [[Kant]], un asunto que trasciende la realidad de los sentidos?). De ahí que algunos sientan que el libro llega a punto ciego. Pero así como no podemos leer la [[Divina Comedia]] sólo como un manual de Teología y [[Cosmología]] medieval, no es el caso tratar de juzgar el Poema de Gilgamesh como compendio de verdades definitivas.
Gilgamesh plantea preguntas fundamentales sin arriesgar soluciones. A cambio nos presenta un protagonista que al no acceder a veredictos categóricos, al ver cómo una serpiente fabulosa rapta el fruto de la vida eterna revelado por Uptapishtim, se reencuentra con Enkidu, el amigo perdido. La parte final es el diálogo entre un alma habitando el mundo de las sombras y un hombre que ha logrado, después de una lucha terrible (la batalla contra su propio ego), salir de las sombras que imponen las ambiciones terrenas.
—Dime, amigo mío, dime la ley del mundo subterráneo que conoces.
—No, no te la diré, amigo mío, no te la diré;
si te dijera la ley del mundo subterráneo que conozco
te vería sentarte para llorar.
—Está bien. Quiero sentarme para llorar.
—Lo que has amado, lo que has acariciado y que placía a tu corazón,
como un viejo vestido está ahora roído por los gusanos.
Lo que has amado, lo que has acariciado y que placía a tu corazón,
está hoy cubierto de polvo, todo eso está sumido en el polvo.
No resulta extraño que al culminar la Tablilla XII el lector desee retomar los versos iniciales. Quizá ese es el propósito, dando a entender la circularidad de las preocupaciones humanas, la esperanza de entrever solución a nuestro laberinto existencial en algún instante de fugaz eternidad. Tal vez es allí donde reside el secreto de la inmortalidad del Poema de Gilgamesh.