No sé que sucede,
Cada vez que empiezo,
Me detengo y comienzo de nuevo.
Me siento bloqueado,
Para todo pensamiento,
Más me encuentro desbordado,
Para cualquier sentimiento.
Son tantas cosas que pasan por mi mente,
Más ninguna en papel se puede materializar.
Me esfuerzo, me esfuerzo, a veces desmesuradamente,
Y nada en absoluto sale, nada puedo en el papel plasmar.
Pensando en lo que en el mundo sucederá.
Quizás ocupada mi mente se encuentra,
Quizás volando sobre Afganistán.
Quizás sobre las ruinas de las torres,
Tal vez con Nostradamus atrapada está.
Mejor, está entre los escombros,
Aquellos que en el Pentágono sembrados están.
Quizás no logra identificarse, ni con Bush, ni con ben Laden,
Ni tampoco la OTAN.
Quizás esté con talibanes,
Mirando el daño que causando están.
Tal vez buscando entre los muertos,
Ya miles, miles, muertos están.
Y miles más serán los muertos,
Por una causa sin sentido ni final.
Ya no importa quién comenzó la guerra,
Que aquellos, que de acullá.
Ya no importa si ganará el terrorismo,
Llegó el fin a la humanidad.
Y esto no implica el fin del mundo,
Tan sólo que en sangre nuestras manos bañadas están.
Llegó el fin de lo que es el humanismo,
Y por ende el fin de la humanidad.
Gritamos voz en cuello "La Venganza",
Más cuando esta se llega a realizar,
Temblando estamos como conejos,
Los otros como nosotros gritando lo mismo en este momento están.
Y ¿quién es bueno en esta dizque guerra?
Los gringos o ben Laden o quizás,
Los miles y millares de seres,
Que en este momento perdiendo la vida están.
Amén al egoísmo del humano,
Amén a la necesidad maldita de matar.
Porqué ¿qué clase de humanos somos?
¡Si en son de la venganza no somos capaces de matar!
Y, menos mal que el Vaticano es inteligente,
De una dejó de lado la enemistad,
Aunque por debajo todos saben lo que quieren,
Lo mismo, mismísimo de antes que es: imponer la cristiandad.
Por eso es que los musulmanes no reparan,
Ni en los daños, ni en las muertes, ni en lo demás.
¡Honor, morir por Dios!, es la consigna.
Mejor... si más infieles matarán.
Más... Qué desilusión es la que siento,
Mirando de nuevo como se vuelve a repetir,
Aquella vieja historia del malo y el bueno,
Tan sólo que quién es bueno, está por decidir.
Es cierto, cierto, cierto.
Los buenos siempre ganarán,
Porque si pierden, son los malos,
En una historia sin final.
Así que, idos todos al infierno,
Ahí muy bien les atenderán,
Gustan ahí de todo lo aquello,
Por lo que ahora ustedes matando están.
Y pocos son los inocentes,
Pocos los que en verdad sobrevivirán.
No digo que irán al Cielo, más el infierno
Es un lugar que nunca después de muertos alcanzarán.
¿Qué creen ustedes? ¿Quién es el bueno?
Personalmente, creo que aquel,
Que de último presione el botón de los infiernos,
Que se arrepienta un poco de lo que va hacer.
Y Dios me es testigo, si yo miento,
No veo ni el motivo ni la necesidad.
En ambos escritos está en negro sobre blanco:
"Amaos los unos a los otros". En ningún lado está la orden de matar.
Dichosos son aquellos que cumplen esto,
Dichosos son los que la mano dan,
Porque de ellos será el Reino de los Cielos.
El resto...
Que Dios se apiade de sus almas por su bien en la eternidad.
Oh Dios, divino señor que miras todo,
¿Sientes acaso todo el pesar?
¿Lástima te dan aquellos hombres?
Que matan sin sentido, tan solo por matar.
Y excusa pobre es la llamada venganza,
Excusa sin valía para "nuestra" humanidad:
Lo dice en la Biblia muy, pero muy claro:
Si te dan en la mejilla, la otra irás a dar.
Por Dios que me producen lástima,
Por Dios que no tienen ni honor ni voluntad.
Guiados por un ser maligno:
Matar en venganza a los que se pueda matar.
Y no entiendo como los hombres,
Se dejan guiar por ese maligno ser.
No entiendo porque no escuchan sus corazones,,
Porqué no cambian su forma de ser.
Maldito aquel que presione el gatillo,
Que mate porque placer le da,
El hombre no fue hecho para ello,
En los planes del Creador no estaba el asesinar.
¿Por qué? Pregunta que me hiere,
¿Por qué? Pregunta que no me deja pensar,
Y menos escribir sobre lo bello,
Y mucho menos sobre la desgraciada humanidad.
El único consuelo que me queda,
Que luego de la conflagración mundial,
Será una época de paz y armonía,
Pocos quedaremos como para querer luchar.
miércoles, 17 de octubre de 2001