Cuántas veces habías imaginado antes el asesinato de tu dulce esposa y esa noche, por fin, sin premeditación alguna, habías llevado a cabo alguno de tus montajes mentales, de esos que utilizabas cuando había algún motivo de discordia entre vosotros, y ella elevaba el tono de su voz sobre la tuya, consiguiendo siempre desarmarte con sus gritos y sus palabras ofensivas.
Ya no habría más. Habías roto tus cadenas y era el momento de empezar a correr en libertad por el mundo.¡¡Que iluso!! ¿pensabas de verdad que íbamos a quedarnos así, dejándote impune con tu macraba liberación? Yo he venido para demostrarte lo contrario; tanto el espíritu de ella como yo, desde la Inmortalidad, deseamos verte arder en el fuego del infierno, y vamos a empujarte hacia él cada día, cada hora, cada segundo; la locura y tu conciencia serán tu castigo más severo.
Ella no quiere verte, quizá más adelante te visite alguna vez, tan sólo, por supuesto, para agudizar tu castigo y disfrutar con tu desgracia. Ahora tengo que irme. Sólo una cosa mas, deshazte cuanto antes de ese cuerpo vacío, el hedor empieza a ser insoportable en toda tu preciosa casa de viudo entristecido.
Nadie comprendió nunca porqué, desde que su esposa se había trasladado a su casa en la sierra, por motivos de salud, él se había convertido en un ser tan huraño y descuidado para su propio aspecto. Suponían que verdaderamente estaba enamorado de ella, y era bastante duro para él habitar su casa en soledad; cuentan sus vecinos que por las noches se oían ruidos extraños y pasos apresurados por el pasillo, pero nunca nadie pensó que algo fuera de lo normal sucedía, hasta que un día a las tres semanas de la marcha de ella, le encontraron en su cama, con la garganta agujereada varias veces con un cuchillo que nunca apareció, tendido boca arriba, sobre las sabanas arrugadas.