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Chuck decidió ir a otro lugar donde tal vez hubiera más pique, más adentro en el mar. Sachu estaba en la punta de la proa, jugando con el viento y las gotas de agua que lo salpicaban. Era una imagen esfumada por el sol que me recordó a algunos pasajes de "Muerte en Venecia". Cerré los ojos y me dejé invadir por esos pasteles esfumados con que Visconti había ilustrado tenue e impecablemente su obra.


El bote giró repentinamente hacia la derecha. La mano de Chuck, entorpecida por la cerveza, haba dado un golpe de timón inesperado. Reaccioné demasiado lentamente al escuchar el grito, "Sachu!!!", como si me despertara de un sueño profundo. Miré hacia la proa y no estaba. Ni siquiera podía precisar el lugar exacto dónde había caído por la efervescencia que rodeaba al bote.


Grité desaforadamente, con medio cuerpo fuera de borda mientras tratanba de perforar la espuma con mis ojos, esperando ver alguna señal. Un segundo más tarde estaba debajo del agua, braceando y pataleando furiosamente para tratar de cubrir la mayor distancia en el menor tiempo posible y esperando golpearlo con mi mano. Nadaba en círculos. Salí a la superficie por instinto, parecía que me estallaría el pecho y me sumergí nuevamente con solo una bocanada de aire. Un minuto del largo de una eternidad fue todo lo que necesité para sentir mis esperanzas derrotadas.

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