En ese valle solo existía en abundancia el agua y la bulla del radio. Transmisiones deportivas de días y noches enteras, los nombres de los jugadores repetidos hasta el cansancio. La música y los comediantes baratos, los dramas con el chasquido de las puertas y el sonido de los pasos al fondo de la grabación. Hebert especialista en novelas, allí aprendió a decir te amo, un trago a la mesa número cinco, allí también enseñaban a matar. El mismo noticiero se escuchaba en todas las calles y edificios. Caminando no dejaba de enterarse de cuántos casas inundó el río o cuántos animales mató la sequía. Los hombres invisibles, inaudibles que hablan como tontos, intransitables que caminan como cojos, vísceras del odio que miran torcido, recovecos del comentario que no aceptan la diferencia, bultos de carbón consumido iguales a ropa sucia y manos llenas de placer que son insaciables en los baños y una ñapa pequeña: incomprensibles en la conversación. Hebert y Ponciano invisibles por la miseria, flacos con hambre en los ojos y mirada oscura. Silencio obligado en la semana. El peor rechazo lo sufrió Hebert un día cuando dijo que la materia era autosuficiente y dio una explicación incomprensible a fin de definir la palabra auto dinámica con la que también definió la materia inanimada. Afortunadamente Ponciano la descompuso y pudo mirar el significado de cada término en el diccionario en miniatura que llevaba en el bolsillo de la camisa blanca. También se graduaron de ateos ese día como fruto de las palabras alocada pero con significado preciso. Ese mismo día dijo en su acostumbrada alocución que de acuerdo a las noticias estábamos al mando de un gobierno que usaba la exacción para acabar con el pueblo. La palabra exacción fue consultada inmediatamente y dado su significado como impuesto general. La exacción mayor sería el impuesto que pondrían a los huevos de las gallinas. Esa idea quedó como un profundo atropello a los pobres, el nerviosismo dominó a los más débiles que oyeron la explicación, pero nadie manifestó las dudas o incomprensiones, por ejemplo cómo empadronarían a las gallinas y qué métodos usaría el gobierno para saber cuántos huevos ponían diariamente y en donde estaban los gallineros. Ponciano colaboró buscando el significado de la palabra empadronamiento y encadenada a esta la palabra contribución. Cualquier comentario lanzado a esta hoguera de sinónimos y antónimo acompañaban los desperdicios de una cloaca maloliente.
Augusto dijo a su hijo Edilberto, no hable con ningún extraño. ¿De quien debía cuidar su integridad? Entonces en ese valle de habitantes iguales los hombres pasaban sin mirar y un dialogo entre ellos extraño y mal visto. Más fácil odiar que entrar en la conversación; odiaban a lo diferente, no es lo mismo que nosotros, decía Ponciano; no lo puedo pasar, me da vómito cuando lo veo, decía Celina la hija de Olga. Odios viscerales en las entrañas del hermano, estaba del otro lado, solo al verlo pasar todos los días con esa carga de silencio, esa costumbre fastidiosa de la mirada, el perfil diario no admitía un acercamiento sino que aun viéndolo todos los días, sabiendo su identidad (idiotas con los ojos altos), de que se alimentaban (plátano cocino), que ropas usaba(una muda en toda la semana), que gritos lanzaba en la casa(hijo de putas vecinos). A veces Ponciano pasaba y oía las conversaciones, las mismas que Hebert iniciaba, los mismos odios mirando la espalda, los mismos prejuicios carcomiendo las creencias sin explicación, la misma fe que los ponía a vivir en el piso alto de la locura. Si estuviera armado podría matarlos enseguida, un pensamiento generalizado.Una diferencia no tenía posibilidad de existir, un pelo largo en medio de hombre con cabello corto tampoco pasaba, el coro unía el cosmos entero. No había llegado la argolla en la oreja de los tiempos nuevos, o el bolso femenino en la mano del hombre, costumbre que desterró todo calificativo infamante en torno a la feminidad masculina. En efecto, ser homosexual considerado un hombre incompleto, de un solo lado faltando la vida de la reproducción, geométricamente imposible en la recta moral, la mirada se detenía medio metro antes de que apareciera el susodicho marica, mientras en el aire a cincuenta centímetros ostentaba un deseo negro. No solo ser un hombre, sino parecerlo. Existía un mundo verdadero.Esa era la igualdad, la desigualdad de la pobreza y del deseo, nadie aceptaba que el otro existiera, la mirada del odio que siempre crece en la lejanía. La noticia de grande bandidos ( Sangre Negra, Efraín González) matando hombres que no conocen, volteos llenos de muertos regresando de la cordillera y fosas comunes que nunca destaparían. Cuando Augusto y sus amigos huyeron del Valle pensaron que hallarían hombres diferentes al otro lado y hallaron desechos o medios hombres, unos prendidos a las máquinas, otros recorriendo las calles sin mirar y la mayoría evitando la muerte en la vuelta de la esquina. Ante la nueva arremetida de la violencia, la nueva vida arropaba la lucha con decisión. En esta nueva etapa a Ponciano, Hebert, Augusto y Olga fueron acompañados de los libros, que hablaban del pasado y del futuro. Leyeron la Venas Abiertas de América Latina y Cien Años de Soledad. Sobre los libros que hablaron del futuro tuvieron una nueva desilusión, para no mencionar los libros que hablaban del pasado, pero en ese tiempo Augusto y Olga ya no existían. Los que quedaban en el camino de la vida comprendieron que la compañía de los libros garantizaban una estabilidad diferente, relaciones con la realidad en otro plano y los hombres que con esta actividad se relacionaban no eran los ciudadanos simples, los de menos sociabilidad, sino visitantes de las bibliotecas, de los actos culturales y el deseo de cambio social generalizado crecía como una atmósfera. Con estas percepciones pudieron ver la realidad de la nueva caverna. Pronto comprendieron que la caverna dejada no era la definitiva, sino que el hombre andaba de caverna en caverna y la lucha crecía para no dejarse sujetar. El Valle de las Estatuas descansaba lejano e inabordable. Habían dejado a Pipino, que aún vivía entre las montañas y el miedo, con deseo ferviente de no salir. Cuando estaba en la plenitud de su juventud vivía en una casa de madera de dos pisos, con un amplio patio lleno de hortalizas y maleza. Perdió los padres y los tíos pretendidos propietarios empezaron a cerrar el cerco y le quitaron la huerta y el patio, luego un piso de la casa y ahora vive reducido en un cuarto. Pepino dijo, aquí en el Valle me entretengo jugando a las cartas y al billar. Cuando vengan me buscan en el billar, dijo a Hebert. Ponciano había comprendido que la caverna era un mundo de sombras, reflejadas al frente por una luz dada en la misma realidad y que existía una caverna cósmica de donde se salía con la muerte. Trataba de recordar la antigua caverna, que todavía rasgaba los interiores de sus sentimientos, como una forma de aliviar el peso de un pasado, todavía vivo en la memoria. La verdadera fuerza del pasado está en el presente que nos duerme y nos dirige a la muerte. Sentado en una silla en la casa de la montaña Alegrias, veía las diferentes extensiones de las montañas, los pequeños poblados de una civilización que lucha por la ternura, pero que está carcomida en la violencia, especialmente nagando los derechos a los niños y a las mujeres No solo es violencia matar un hombre con un cuchillo sino golpear a los niños, el abandono y en especial la violencia asociada al tiempo. La consigna “el tiempo es oro” de los capitalistas mata más gente que el hambre.