En un instante se hizo la oscuridad plena, sus ojos no respondían, ni siquiera oía el silencio, su cuerpo había desaparecido y tan sólo le quedaban sus pensamientos, una angustia estremecedora y una pregunta ¿Esto es la muerte?, antes de inyectarse esa jeringuilla que sólo contenía aire, paradójico, el aire que nos da la vida se la había arrebatado, antes de ese momento imaginó que entraría en un túnel iluminado al final y un ser querido, tal vez su abuela, la estaría esperando.
Estaba convencida de que esto es lo que iba a pasar, tantas veces había escuchado ese tipo de testimonios en televisión que creyó sin dudarlo en esa versión, sin embargo, la realidad era distinta, en lugar de sentir paz completa, padecía un desasosiego brutal y su pregunta seguía insistiendo, intentó calmarse, no sabía como hacerlo, de estar viva hubiese respirado profunda y lentamente, “no tengo pulmones, no tengo piel, no tengo nada” otra pregunta sustituyó la anterior “¿Por qué lo he hecho? ¿Por qué? ¡Quiero vivir! No hay marcha atrás, esto dura, ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Minutos, horas, días, semanas, meses, años? Quiero vivir, sólo quiero vivir, ¿Dónde está Dios? ¿Dónde el infierno? Que me lleven donde sea, ¿Por qué lo he hecho? ¿Por qué?” seguía en esa tiniebla que era su nuevo estado incapaz de hacer algo, sólo poseía una voz interior, dedujo que se trataba de su alma, nunca dudó de su existencia, sólo que la imaginaba como una nebulosa celeste flotando, no sospechó que el alma era el pensamiento, el ser en estado puro, “no tengo cerebro, él es el que se encarga de que piense, evidentemente estamos equivocados, ¿Esto es lo que me toca hacer?¿ Pensar?, necesito gritar, correr, no puedo creer que haya llegado a este punto, estoy sola, mejor dicho, no estoy, ¿O sí? No hay nadie más ¿El destino final es este? ¿Es un castigo de Dios por ser yo y no él quien ha dado fin a mi vida? Si en la otra realidad, que es la existencia, no creía en él, en esta en la que me encuentro me he convencido de que no existe, es una invención del hombre para que la muerte la creamos como un paso para estar en su reino y ser felices plenamente; no, no creo en él, ¿Dónde está su juicio?, para sopesar y juzgar nuestras vidas, enviarnos al cielo o al infierno o al purgatorio, trolas todas estas verdades que muchos creen”. “¿Y yo, que he hecho? ¿Sentirá mi muerte Miguel? Mis padres estarán destrozados, daría lo que fuera por volverlos a ver y a Miguel, esto lo he hecho por ti, lo supondrás, dejé una nota, un papel pequeño, sólo una palabra: ADIOS.
-Patricia...
A través del hilo telefónico escuchó los sollozos de la madre de la que hasta hacía unas horas había sido su novia, se puso nervioso.
-¿Qué le pasa a Patricia?- no obtuvo respuesta- Consuelo, háblame.
-Miguel, soy Pedro, el tío de Patricia.
-¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué llora Consuelo?.
-Hijo, es mejor que vengas aquí, algo terrible ha pasado.
-¿Patricia está bien?- sus palabras se atropellaban por la velocidad.
-Es mejor que vengas, hasta ahora- colgó.
Miguel corría como un poseso por la calle, la gente que deambulaba se giraban para mirarlo, algunos sospecharon que corría de la policía al ver su rostro tan pálido, por fin llegó a su destino, estaba oscuro el interior del edificio y no atinaba a dar con el interruptor, sólo oía un gran murmullo de la vecindad, alguien lo presionó y la claridad se hizo patente, Miguel intuyó que algo muy grave le había sucedido a Patricia, pero no acertaba que podía ser, el sudor frío le recorría la mejilla y sus manos estaban heladas, mientras subía las escaleras el corrillo de vecinos se decían entre sí que aquel era el novio de la chica, él los miraba de soslayo sin dejar de ascender, llamó al timbre, lo recibió el tío de Patricia.
-Hola Miguel, pasa.
-¿Qué ocurre?.
Se dirigieron al salón, allí encontró a sus suegros con los ojos rojos e hinchados de llorar, Consuelo parecía un zombi por la cantidad de tranquilizantes que le habían suministrado.
-Pedro, por Dios, dime de una vez que ha pasado, ¿Dónde está Patricia?.
Pedro reprimió su contestación, Consuelo se había levantado del sofá y a pasos cortos llegó hasta él, lo abrazó y únicamente podía repetir.
-Mi niña Miguel, mi niña, que se ha matado Miguel, se ha matado ¿Por qué Dios?.
Sus lágrimas mojaban el hombro de Miguel.
-¿Qué?, no, no puede ser- sólo pudo romper a llorar como nunca antes lo había hecho, experimentó un vuelco en sus entrañas que no le permitía pensar, tan sólo sentir aquel sufrimiento que lo invadía por completo.
-¿Por qué lo ha hecho Miguel? Había estado contigo toda la mañana, llegó a casa a la hora del almuerzo y no quiso comer, fue directamente a su habitación y puso música a todo volumen y nosotros no hicimos nada- le explicó Francisco, el padre de Patricia.
Éste se sumió en sus pensamientos, miraba a Miguel fijamente sin mirarlo, sus ojos eran dos túneles oscuros. Miguel lo escuchaba con lágrimas que no paraban de brotarle e intentó contestar, balbuceó torpemente sus palabras.
-Fran, yo no sabía que iba a hacer algo así, sólo le pedí algo de tiempo- no pudo continuar su locución.
Francisco saltó del sofá enfurecido, se dirigió hacía Miguel para propinarle puñetazos sin saber con precisión hacía dónde iban, mientras lo golpeaba sin freno le gritaba sin parar ASESINO, tuvo que intervenir su cuñado para separarlo del cuerpo tullido de Miguel.
-¿Qué haces, te has vuelto loco?- le gritó Pedro.
-Ese es su asesino, que se vaya, no quiero tenerlo delante- su furia disparaba por la boca.
-Pero Francisco...
-Su ASESINO, ella, mi tesoro, se ha quitado la vida por este, para mi Patricia él era su vida, sólo hablaba de Miguel. Continuamente escribía su nombre en cualquier papel y al lado dibujaba un corazón. ¡Que se vaya! O lo mato.
Consuelo observaba la escena petrificada sin moverse del sillón. Miguel se levantó con la ayuda de Pedro, éste lo llevó a su casa en coche, el trayecto fue corto y Miguel tenía hundida la cara en sus manos sudorosas.
-Hijo, no hagas caso de mi cuñado, le ciega la ira.
Miguel miró a su interlocutor con la cara deformada por los golpes.
-¿Te llevo al hospital?.
-No, me lo merezco, yo tengo la culpa.
-Mira, aunque sea mi sobrina, la culpa no la tiene nadie, en todo caso la inmadurez.
-¿Cómo ha muerto?.
-Todavía no sabemos que contenía la jeringuilla que colgaba de su brazo.
-¿Una jeringuilla? Nunca tomó drogas, no me lo explico.
-Yo tampoco, ha tenido que venir un juez para levantar el cadáver, metieron la jeringuilla y el papel que dejó en bolsas individuales y selladas, supongo que ahora le estarán practicando la autopsia, ojala no tarden en darnos una respuesta, después va a ir un psiquiatra para hablar con mi hermana y mi cuñado.
-No me habías dicho nada de la nota, ¿La has leído?.
-Era un papel pequeño, creo que la esquina de un folio, había una única palabra, adiós, sólo eso, adiós.
-No puedo creer que se haya suicidado, pero si sé que Fran tiene razón, ha sido culpa mía, yo le pedí tiempo, le dije que no estaba seguro de quererla todavía y sabía que ella a mi me adoraba y esta adoración fue lo que me impulsó a tomar esa decisión.
-¿Te agobiaba?.
-Sí y me duele decirlo- volvió a llorar y su cuerpo se estremeció por el escozor que le provocaban las lágrimas saladas sobre las heridas.
-Tranquilo chico, sé que mi sobrina era un tanto absorbente.
-¿Sabes? Ahora me doy cuenta de que la sigo queriendo y daría mi propia vida para que ella estuviera aquí.
-Ya no hay vuelta atrás y no te culpes, no tienes delito alguno, ella debería haber aceptado tu decisión y esperar.
-¿Me tendrá informado? No puedo volver a su casa.
-No te preocupes, estaremos en contacto. Lo abrazó con toda la ternura que pudo y desapareció por el asfalto.
Le costó abrir los ojos, la hinchazón era prominente.
-¿Qué pasa mama?.
-Nada, ya son las tres de la tarde y no es bueno que duermas tantas horas.
Inmerso de nuevo en la realidad abrazó a su madre repitiendo por mil sus lágrimas, aquel caudal no tenía límite.
-Tranquilo, tranquilo, ya sé que ahora lo estas pasando muy mal, no olvides que estamos contigo hijo, nosotros también sentimos su perdida.
-Es culpa mía mama.
-No digas eso, mírame.
Estaban frente a frente, su madre entrelazó sus manos a las de su hijo.
-Miguel, cariño, Patricia ha elegido su final, sean cuales fueran sus motivos, tú no tienes nada que ver.
-Sí mama, si no hubiese terminado con ella estaría viva, lo sé.
-Hijo, cada cual debe aceptar y enfrentarse a las situaciones que la vida nos presenta, ella eligió una salida de la que no puede retornar y también tú debes aceptar que ya no está aquí y sobretodo no te tortures asumiendo ser la causa de su muerte, porque puede que lo hiciera pensando que ya no quería vivir sin ti, pero en ningún caso tú eres el responsable, llora Miguel todo lo que quieras, es una manera de expulsar la pena.
-Mama ¿Crees que lo podría haber evitado? Si hubiese sabido lo que haría nunca lo hubiera perdido.
-Y ¿Habrías estado dispuesto a pasar el resto de tu vida con alguien a quien no quieres?.
-Pero sí la quiero y la quería.
-Entonces, todas las noches que llegabas a casa irritado y me contabas que Patricia te quería absorber, creo que no eras muy feliz, ¿Verdad?.
-Sé que ella me oprimía, me angustiaba con sus celos, sus interrogatorios diarios, su insistencia por oír a todas horas que la quería- no pudo proseguir, aquel llanto le impedía articular las palabras.
-Vamos a dejarlo mejor, no sufras más.
Llamaron a la puerta, los golpes fueron cortos pero firmes, era Pedro.
-Hola Matilde ¿Cómo está el chico?.
-Muy mal, ya ha llamado el psiquiatra, me ha dicho que vendrá a eso de las seis, a ver si él lo puede ayudar, me da miedo que también cometa una locura.
Se dirigieron a la cocina.
-Ayer estuve hablando con él, no fui capaz de convencerle de que no tiene la culpa.
-¿Me lo dices a mi? Llevo un rato intentando explicarle lo mismo y mis palabras no han hecho efecto, ¿Tú como estas?.
-Mejor que mi hermana y mi cuñado, ellos están destrozados.
-Lo imagino, tiene que ser terrible perder a un hijo y más aun de esa manera.
-Añade que fue mi hermana quien la encontró, no sé si podrá recuperarse de este golpe; cuando salieron a comprar se despidieron de ella, la encontraron rara pero no le dieron importancia, a la vuelta del supermercado no contestó al saludo habitual de Consuelo y se dirigió a se habitación- cortó la explicación, los nervios acumulados le dificultaban avanzar.
-¿Quieres una tila? En un momento te la preparo.
-Sí, gracias ¿Dónde esta Miguel?.
-En su habitación con la hermana, no queremos dejarlo solo.
-Siento mucho lo que pasó anoche.
-No te preocupes, en cierto modo puedo comprender a Francisco, su dolor le lleva a no pensar demasiado y a buscar un culpable, el tiempo le hará reflexionar sobre lo que hizo y se dará cuenta que Miguel no tiene la culpa.
-Gracias por no enfadarte.
-Aquí tienes la tila, espero que te calmes, y claro que no me enfado, no te niego que me duele ver a mi hijo con golpes, pero puedo intentar entender a Francisco.
-Como te decía, Consuelo abrió la puerta de la habitación y halló a su hija pálida con los ojos abiertos sin el brillo que les da la vida, tumbada en la cama, del brazo le colgaba una jeringuilla de las que usa Francisco para inyectarse la insulina, no gritó, se derrumbó en la puerta y mi cuñado asistió a lo que mi hermana acababa de ver.
-Que horror, ¿Ya se sabe lo que contenía?.
-Esta mañana llamaron, sólo aire, no había ninguna sustancia, ni en la jeringuilla ni en el cuerpo, por fin mañana podremos enterrarla, los forenses han terminado su trabajo y ha quedado claro que la causa de la muerte ha sido el suicidio.
-A Miguel y a nosotros nos gustaría ir al entierro, ¿Será posible?.
-Es mejor que no, ahora los ánimos pueden crear conflictos.
-Entiendo.
“Cada vez me cuesta más trabajo recordar mi cara, no sé de color eran mis ojos, ni como era mi pelo, lo peor es que me cuesta acordarme del aspecto de las cosas, de mi propia vida e incluso olvido las palabras y cada vez me cuesta más pensar porque no puedo unirlas, tan sólo no me acuerdo, intento que esta amnesia no haga desaparecer a mis padres, a mi tío, a Miguel, pobre Miguel, creo que fue culpa mía, vagamente rememoro mis exigencias ¿O no le exigía nada? No soporto estas lagunas que se convierten en mares oscuros, ¿Estaré muerta o será esto una pesadilla?”
Fue lo último que pensó, al término de su última palabra le sacudió un rayo luminoso que sí pudo percibir, la transportó por el firmamento, la dejó caer sobre una enorme masa brillante y se fundió en ella, Patricia dejó de existir para siempre, su esencia o su alma se unió a todas las demás, ya no pensaba, ya no era, se había transformado en energía para dar calor a los seres que habitaban en el planeta Tierra, en el que fue el suyo, el que es de todos los seres a los que amó, formó parte de la gran bola de fuego que es el Sol, esa estrella que es el hogar de todas las almas.
Ha pasado el tiempo, las cicatrices han quedado y el recuerdo de Patricia persiste en cada uno de los que la conocieron y amaron, ahora quedan pocos, la esperanza de volver a verla cuando el corazón deje de latir hace feliz a Miguel, ha vivido esperando ese día, su vida ha sido solitaria y el sentimiento de culpa nunca le ha abandonado, le queda poco para que llegue ese día tan esperado, es un hombre con el pelo teñido de blanco a las puertas de su final, ese final que nos llega a todos y por fin a él le llegó.
“ Y eso ¿Qué es? ¿Dónde está Patricia?”
FIN
María del mar San José Maestre Rota, 12 de Octubre de 2001.