-Patricia...
A través del hilo telefónico escuchó los sollozos de la madre de la que hasta hacía unas horas había sido su novia, se puso nervioso.
-¿Qué le pasa a Patricia?- no obtuvo respuesta- Consuelo, háblame.
-Miguel, soy Pedro, el tío de Patricia.
-¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué llora Consuelo?.
-Hijo, es mejor que vengas aquí, algo terrible ha pasado.
-¿Patricia está bien?- sus palabras se atropellaban por la velocidad.
-Es mejor que vengas, hasta ahora- colgó.
Miguel corría como un poseso por la calle, la gente que deambulaba se giraban para mirarlo, algunos sospecharon que corría de la policía al ver su rostro tan pálido, por fin llegó a su destino, estaba oscuro el interior del edificio y no atinaba a dar con el interruptor, sólo oía un gran murmullo de la vecindad, alguien lo presionó y la claridad se hizo patente, Miguel intuyó que algo muy grave le había sucedido a Patricia, pero no acertaba que podía ser, el sudor frío le recorría la mejilla y sus manos estaban heladas, mientras subía las escaleras el corrillo de vecinos se decían entre sí que aquel era el novio de la chica, él los miraba de soslayo sin dejar de ascender, llamó al timbre, lo recibió el tío de Patricia.
-Hola Miguel, pasa.
-¿Qué ocurre?.
Se dirigieron al salón, allí encontró a sus suegros con los ojos rojos e hinchados de llorar, Consuelo parecía un zombi por la cantidad de tranquilizantes que le habían suministrado.
-Pedro, por Dios, dime de una vez que ha pasado, ¿Dónde está Patricia?.
Pedro reprimió su contestación, Consuelo se había levantado del sofá y a pasos cortos llegó hasta él, lo abrazó y únicamente podía repetir.
-Mi niña Miguel, mi niña, que se ha matado Miguel, se ha matado ¿Por qué Dios?.
Sus lágrimas mojaban el hombro de Miguel.
-¿Qué?, no, no puede ser- sólo pudo romper a llorar como nunca antes lo había hecho, experimentó un vuelco en sus entrañas que no le permitía pensar, tan sólo sentir aquel sufrimiento que lo invadía por completo.
-¿Por qué lo ha hecho Miguel? Había estado contigo toda la mañana, llegó a casa a la hora del almuerzo y no quiso comer, fue directamente a su habitación y puso música a todo volumen y nosotros no hicimos nada- le explicó Francisco, el padre de Patricia.
Éste se sumió en sus pensamientos, miraba a Miguel fijamente sin mirarlo, sus ojos eran dos túneles oscuros. Miguel lo escuchaba con lágrimas que no paraban de brotarle e intentó contestar, balbuceó torpemente sus palabras.
-Fran, yo no sabía que iba a hacer algo así, sólo le pedí algo de tiempo- no pudo continuar su locución.
Francisco saltó del sofá enfurecido, se dirigió hacía Miguel para propinarle puñetazos sin saber con precisión hacía dónde iban, mientras lo golpeaba sin freno le gritaba sin parar ASESINO, tuvo que intervenir su cuñado para separarlo del cuerpo tullido de Miguel.
-¿Qué haces, te has vuelto loco?- le gritó Pedro.
-Ese es su asesino, que se vaya, no quiero tenerlo delante- su furia disparaba por la boca.
-Pero Francisco...